El puente
internacional Simón Bolívar se convierte en centro de desesperanza, dolor, hambre
y muerte.
Fuente
Notimex/
Azteca Noticias
Crisis en frontera entre Colombia y Venezuela. (Foto: Reuters) |
Cúcuta, Colombia.- El puente
internacional Simón Bolívar, situado sobre el río Táchira, principal cruce fronterizo entre Colombia y Venezuela, dejó de ser el paso
de camiones cargados con mercancías, para convertirse en un centro de
desesperanza, dolor, hambre y muerte.
Este paso fronterizo
fue cerrado el pasado 22 de agosto por orden del presidente venezolano Nicolás
Maduro, como reacción a un ataque a la Guardia Bolivariana por parte de una
banda de contrabandistas que dejó dos uniformados muertos y otros tres heridos.
El puente internacional Simón Bolívar, símbolo de la
integración binacional, fue dividido en dos partes por una reja de alambre de
púas que fue colocada por la Guardia Bolivariana en toda la mitad de esta mole
de cemento, con barandas amarillas.
Al lado venezolano está la Guardia Bolivariana, que tiene
como misión esperar los autobuses o vehículos oficiales que llegan desde San
Antonio o de cualquier otro lugar de Venezuela,
con decenas de colombianos que son recibidos en su país por agentes de la
Policía Nacional, la Defensoría del Pueblo, organismos de socorro y la oficina
colombiana de Migración.
Ancianos, niños, adultos y jóvenes bajan con sus maletines,
con la cabeza gacha, con la mirada perdida, con sus bebés en brazos, con
abuelas en sillas de ruedas, dejando atrás toda una vida de dos, seis, 10 y 30
años de residencia en Venezuela.
"Bienvenidos a Colombia"
es la frase de recibimiento de los funcionarios de la Defensoría del Pueblo,
que tienen la misión de recabar las denuncias de violaciones de los derechos
humanos de cada uno de los colombianos que va ingresando por un lado de la
malla de alambre de púas.
Las deportaciones por el puente internacional Simón Bolívar
están suspendidas desde el pasado fin de semana, cuando las autoridades
colombianas reportaron un total de mil 97 personas, a quienes se les violaron
los más mínimos derechos humanos.
Desde entonces por este paso fronterizo llegan diariamente
centenares de colombianos que huyen del vecino país por el temor de ser
detenidos por la Guardia Bolivariana, y perder sus pertenencias e incluso hasta
sus hijos.
Cuando Notimex preguntó a los funcionarios colombianos
apostados en la mitad del puente y la respuesta fue: "Muchos, no sé
cuántos, pero son muchos, quizás siete u ocho mil personas, no sé".
Según las estimaciones de las Naciones Unidas, la cifra
puede estar por encima de las 10 mil y 12 mil personas, que han retornado por
miedo a ser deportados por la Guardia Bolivariana.
O simplemente son ciudadanos que tomaron la decisión de
abandonar Venezuela porque ya no es el
"país que era" hace 30, 40 o 50 años atrás, cuando migraron miles de
colombianos con la llamada bonanza petrolera de las décadas de 1960 y 1970.
Los retornados cruzan la mole de cemento y dejan atrás esa
malla de alambre de púas, el rostro seco de los miembros de la Guardia
Bolivariana, y se incorporan a la larga fila que hacen deportados y retornados
en las oficinas del gobierno de Colombia para poder tener derecho a los auxilios
gubernamentales.
Migración Colombia,
Registraduría Nacional del Estado Civil, Instituto de Bienestar Familiar,
Ministerio de Educación, Defensoría del Pueblo, Sistema Nacional de Riesgos y
Desastres y Defensa Civil, son algunas de las instituciones responsables de
atender a los colombianos que llegan desde el otro lado del puente.
El gobierno colombiano garantiza a través de estas
entidades un subsidio de un arriendo por tres meses a cada familia, por un
monto de 100 dólares aproximadamente, con opción de prorrogar por otros 90
días.
Reciben un paquete de aseo, mercado, subsidio de transporte
para aquellas familias que buscan viajar a sus ciudades de origen, en el
interior de Colombia.
Por el puente internacional Simón Bolívar también llegó el
cuerpo sin vida de un joven colombiano que fue asesinado el miércoles en
Venezuela, y cuyas causas aún se desconocen.
Deportados o retornados, lo que se vive es un verdadero
éxodo, una tragedia humanitaria que si los dos gobiernos no llegan a concretar
un acuerdo, la cifra podría llegar a 500 mil personas, en un escenario extremo.