Ciudad
de México, 9 de julio (SinEmbargo).- “La muerte de un portavoz. Un caballero
perfecto en el servicio de una dictadura perfecta”. Ese es el título de una
nota publicada por el prestigioso semanario británico The Economist en su edición impresa. Narra facetas
de la vida de Jacobo Zabludovsky y luego afirma que, hoy como antes, la empresa Televisa, a la que
perteneció el finado comunicador durante décadas, se ha convertido de nueva
cuenta en un mensajero del gobierno en turno: el de Enrique Peña Nieto.
El periodista
Zabludovsky murió el pasado 2 de julio a los 87 años de edad. Fue durante casi
30 años una cara amable, imperturbable, de las noticias de la televisión
mexicana. Para algunos, su herencia perdura. Pero no para otros. Y esa polémica
pudo verse en las redes sociales segundos después de su muerte; una discusión
que ahora llega a una de las revistas más influyentes entre líderes de opinión
del mundo y que Julio Scherer dibujó en un pasaje inolvidable:
“Compañeros de trabajo en Excélsior y Proceso y
más tarde separados por la política, Miguel López Azuara y yo nos llamamos
‘jefe’. Hoy al servicio del gobernador de Veracruz, Patricio Chirinos, antes
ocupó la Subdirección de Prensa de la Presidencia de República.
“–Jefe –me
anunció una noche–, el licenciado Salinas lo invita a una cena en la casa de
Gabriel García Márquez, este sábado.
“–¿Qué me dice?
“–Necesito sus
documentos para tramitar su visa en la embajada de Colombia.
“–¿El sábado,
dice?
“–Sí, el que
viene.
“–¿Hay otros
invitados?
“–El Güero
Zabludovsky y Beatriz Pagés, a la que tanto quiere.
“–Deje pensarlo.
“–Apenas hay
tiempo.
“–Le digo
mañana.
“–Dígame ahora.
“Al día
siguiente le dije que no. Me advirtió que mi negativa implicaba un desaire al
presidente de la República y a García Márquez. Repuse que no cometía desaire
alguno, que el presidente conocía mi opinión acerca de Zabludovsky, de salivosa
y permanente adulación al poder. En todo caso yo era víctima de una
descortesía.
“Tomada la decisión, no tuve duda: el periodista
Zabludovsky me hace falta como punto de referencia: vive la vida que
desprecio”.
***
“Impecablemente vestido, con un traje, corbata
negra y gafas gruesas. Tenía una nariz para una buena historia y una voz de
autoridad. Con la frase ‘Jacobo dijo que’ fue, para muchos, una marca de la
verdad. Su estatura era similar a la de Walter Cronkite en los Estados Unidos.
Su biografía serviría como una historia del México moderno”, se lee en The
Economist.
“Sin embargo,
durante gran parte de su carrera, Zabludovsky traicionó la confianza mexicanos
informados por él, difundiendo el nombre de un régimen conocido como la
‘dictadura perfecta’, al que casi nunca desafió”, asegura el semanario
británico.
“Sus
motivos para servir tan mal a su audiencia y a su profesión siguen siendo un
misterio”, dice The
Economist en una nota
firmada por su redacción, como es tradición en esa revista.
“Es difícil separar la vida del señor Zabludovsky,
hijo de inmigrantes de habla yídish de
Polonia, de la suerte del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que
monopolizó el poder en la segunda mitad del siglo 20 y está de vuelta en la
oficina presidencial, ahora en una apariencia más democrática, después de un
paréntesis de 12 años”.
Empezó
como periodista en 1946, cuando el PRI estaba “floreciendo”. Renunció a la
emisora dominante, Televisa,
justo antes de que el partido perdió la Presidencia en el año 2000, recuerda el
medio internacional.
De acuerdo con el
historiador Enrique Krauze, durante la mayor parte de ese tiempo su programa de
noticias “no sólo se pegó a la línea oficial. Era la línea oficial”.
“Los
presidentes y secretarios llamados para su espectáculo, pasaron a través de su
asistente, Lupita, que invariablemente se refirió a él como ‘Licenciado’, un
pomposo título que significa ‘graduado universitario’ y que personifica la
devoción de México a la jerarquía”, le dijo Krauze a The Economist.
“Zabludovsky
era capaz de ser más que un portavoz del gobierno. Demostró ser el único
periodista mexicano que acompañó a Fidel Castro a La Habana en 1959, el año de
la revolución de Cuba. Pero su jefe y amigo, Emilio Azcárraga Milmo,
insistieron en queTelevisa debería ser ‘un soldado del PRI’. Así,
Zabludovsky era corneta en jefe del partido”, afirmó el historiador mexicano.
Pero, para el
experimentado comunicador, “hubo repercusiones insidiosas”, dice el semanario.
Después de la
masacre a estudiantes por parte del Ejército en la Ciudad de México en 1968,
Zabludovsky inició su noticiero con una frase ahora famosa:
“Hoy ha sido un día soleado”.
“Cuando
finalmente surgió una oposición vibrante al PRI, no le hizo caso y tampoco al
asesinato de sus activistas”, recuerda The
Economist.
El “caballero
perfecto al servicio de una dictadura perfecta” ganó elogios en el año 1985 por
sus reportajes “valientes” sobre la destrucción que causó el terremoto en la
Ciudad de México.
Sin embargo, él no
pudo observar cómo la manipulación sobre el gobierno en su reacción ante el
desastre natural, marcó el inicio de la caída lenta del PRI. Durante los
siguientes 15 años, su fama siguió la misma trayectoria, indica el semanario
británico.
“Televisa es de nuevo un mensajero obediente del
gobierno. Pero el Sr. Zabludovsky experimentó una conversión. El esteta, era
una autoridad en el tango, un ventilador de las corridas de toros y un amigo
del fallecido Gabriel García Márquez, convirtiéndose en la hora del almuerzo el
anfitrión más popular de México”.
The
Economist recuerda que la
“política” del comunicador cambió y abogó por “su amigo” Andrés Manuel López
Obrador, “un agitador de izquierda y flagelo del PRI”.
“Zabludovsky escribió columnas de periódico con
encanto (El Universal), sobre todo de la Ciudad de
México”. El semanario indica que el periodista nunca explicó adecuadamente
su servilismo al PRI.
En
una entrevista con el diario español El
País, efectuada en 2013, declaró que “la autocensura era lo peor”.
“Sin
embargo, él disculpó su propia conducta, diciendo: ‘Todos estábamos bajo esa
omnívoro y absoluto poder’. Tal vez, un defecto que muchos mexicanos
perdonarían, él simplemente sentía que la amistad y la lealtad eran más
importantes que la libertad de expresión. O es que a él le encantó ser un
caballero perfecto al servicio de una dictadura perfecta”.