Gerardo Luna Amatlán, Ver.- Un aparatoso choque entre una camioneta y el taxi marcado con el número 99 de la comunidad de Paraje Nuevo, provocó durante la noche de este domingo la movilización de los grupos de auxilio y posteriormente de la Policía Estatal, al chocar y quedar a travesados, cuando uno de los conductores al invadir carril contrario de circulación, provocó el accidente al momento de circular sobre la carretera estatal Córdoba-Paso del Macho a la altura de la desviación a Potrero. En dicho accidente dos personas resultaron lesionadas teniendo que ser atendidas por paramédicos y canalizados a un hospital para recibir atención médica. La circulación se vio afectada durante más de media hora hasta el arribo de las autoridades correspondientes. Debido a que los daños materiales fueron de consideración, las unidades fueron enviadas al corralon para posteriormente deslindar responsabilidades.
Chocamán, Ver.-Este domingo 30 de octubre se llevó a cabo con gran éxito el evento cultural "Xantolo 2022", el cual dió colorido a las principales calles del municipio de Chocamán.
En punto de las 5:30 PM dió inicio el desfile del Xantolo, partiendo desde el panteón municipal con dirección a las principales calles y el centro de Chocamán. Un aproximado de 700 personas embellecieron con música, color, baile y alegría el municipio, demostrando toda su pasión por esta tradición en cada paso, grito y ocasionando aplausos de admiración por los presentes.
El recorrido finalizó en la explanada Juan Félix Luna, dónde cada comparsa realizó una presentación con el tradicional despate frente a cientos de personas que se dieron cita en el lugar. Además el alcalde Ernesto Ruiz García junto con su cabildo, otorgaron reconocimientos a todos los participantes por su exitosa participación en nuestras tradiciones. Para finalizar, se realizó el gran baile con el "Sonido La Raza" poniendo a bailar a todos los asistentes en esta gran noche de fiesta.
Para vivir hay que morir, recordemos de corazón a todos nuestros ancestros, celebrando la vida y la muerte a través de nuestras tradiciones. Sigue viviendo nuestra festividades de "Xantolo" y "Día de Muertos" con nuestras actividades en los días siguientes.
NEW YORK TIMES/ BRASILIA — El domingo los votantes despidieron al presidente Jair Bolsonaro tras solo un periodo y eligieron a Luiz Inácio Lula da Silva, un expresidente de izquierda, para remplazarlo, según las autoridades electorales. Se trata de un rechazo al movimiento de ultraderecha de Bolsonaro y a cuatro años de gobierno divisivo.
También pone fin al turbulento periodo de Bolsonaro como el líder más poderoso de la región. Durante años, atrajo la atención mundial debido a políticas que aceleraron la destrucción de la selva amazónica y exacerbaron la pandemia, que dejó casi 700.000 personas fallecidas en Brasil; al mismo tiempo se convirtió en una personalidad internacional de la ultraderecha gracias a sus ataques a la izquierda, los medios de comunicación y las instituciones democráticas de Brasil.
En fechas más recientes, sus esfuerzos por socavar el sistema electoral de Brasil causaron preocupación especial dentro del país y en el exterior y también llamaron la atención del mundo hacia las votaciones del domingo, consideradas como una prueba importante para una de las mayores democracias del mundo.
Sin otorgar pruebas, el presidente criticó las máquinas de votación electrónica del país y las calificó como plagadas de fraude e insinuó que no aceptaría una derrota, de forma muy similar al expresidente de Estados Unidos, Donald Trump. Muchos de sus seguidores dijeron que saldrían a las calles si él se los pide.
No queda claro de inmediato cómo reaccionarían él y sus seguidores ante la derrota del domingo.
Los resultados del domingo mostraron que decenas de millones de brasileños se habían cansado de su estilo polarizador y de la agitación frecuente de su gestión y le dieron a Da Silva un mandato para desandar el legado de Bolsonaro. Se trata de la primera vez en 34 años de democracia moderna del país que un presidente en funciones no logra ganar la reelección.
Da Silva ganó el 50,83 por ciento de los votos válidos, frente al 49,17 por ciento de Bolsonaro con 98,81 por ciento del escrutinio el domingo por la noche.
Da Silva, un extrabajador metalúrgico de 77 años y líder sindical que estudió solo hasta el quinto grado, lideró a Brasil durante su auge en la primera década del siglo, pero luego, al dejar la presidencia, fue condenado por cargos de corrupción y pasó 580 días en prisión.
El año pasado, el Supremo Tribunal Federal desestimó las condenas y falló que el juez en sus casos era parcial. Los votantes respaldaron al hombre conocido sencillamente como “Lula”.
La elección de Da Silva pone fin a una campaña presidencial que fue ampliamente vista como una de las votaciones más importantes de América Latina en décadas, una contienda entre quienes tal vez sean las dos mayores figuras políticas vivas del país y que encarnan visiones radicalmente diferentes sobre el destino del país.
Su victoria también inclina a Brasil a la izquierda y amplía una serie de triunfos de la izquierda por toda América Latina que han sido impulsados por una ola de rechazo a los gobiernos establecidos. Ahora, seis de los siete mayores países de la región han elegido líderes de izquierda desde 2018.
Da Silva, un izquierdista instigador que desde hace décadas se hizo fama como defensor de los pobres, enfrenta desafíos significativos. Brasil enfrenta amenazas ambientales, un hambre que va en aumento, una economía titubeante y una población profundamente dividida.
A pesar de su triunfo, un gran porcentaje de los 217 millones de brasileños siguen considerando que Da Silva es corrupto debido a un amplio esquema de sobornos que se destapó años después de que abandonó el poder. Y si bien sus condenas de corrupción fueron anuladas, Da Silva nunca fue declarado inocente.
Aún así, Da Silva triunfó con el margen de victoria más estrecho en el mismo periodo, en señal de la profunda división que enfrentará como presidente. “No es la solución a todos los problemas. Pero es nuestra única esperanza”, dijo Stefane Silva de Jesus, una bibliotecaria de 30 años, luego de emitir su voto a favor de Da Silva en Río de Janeiro el domingo.
La propuesta principal de Da Silva a los votantes fue que sus ocho años en la presidencia fueron la mejor época de Brasil y que, tras cuatro años de inestabilidad con Bolsonaro, él iba a “restablecer la armonía” en el país.
André Spigariol colaboró con reportería desde Brasilia, Ana Ionova y Flávia Milhorance colaboraron con reportería desde Río de Janeiro y Laís Martins desde São Paulo.
La elección de Luiz Inácio Lula da Silva es un giro drástico hacia la izquierda para Brasil luego de cuatro años de una gestión de ultraderecha liderada por el presidente Jair Bolsonaro.
Da Silva ha prometido “restablecer la armonía” en el país; sus planes concretos, no obstante, han sido vagos. Su discurso de campaña giró en torno a la ampliación de los servicios para los para los pobres; entre ellos, más pagos de previsión social, un aumento al salario mínimo y programas para alimentar y dar vivienda a más personas. Para financiar todo eso, dijo que aumentaría los impuestos a los ricos pero también que simplemente aumentaría el gasto público.
Cuánto de todo eso podrá implementar no está muy claro. El partido de derecha de Bolsonaro tiene la mayor cantidad de curules en el Congreso y un poderoso bloque de centro controla tanto la Cámara de Diputados como el Senado. El país enfrenta condiciones económicas peores que durante la primera gestión de Da Silva y las políticas intervencionistas de la sucesora que Da Silva eligió para la presidencia llevaron a Brasil en 2014 a una recesión de la que no se ha recuperado por completo.
Su elección, no obstante, probablemente será una buena noticia para la salud de la selva amazónica, que es crucial en la lucha contra el cambio climático. Bolsonaro impulsó industrias que extraen los recursos de la selva y recortó el financiamiento y el personal de las agencias encargadas de protegerla. Como resultado, durante su gestión aumentó la deforestación.
Da Silva tiene mucho mejor historial en cuanto a la protección del bosque tropical; cuando fue presidente se redujo la deforestación. Hizo campaña con la promesa de erradicar la minería y la tala ilegal y dijo que impulsaría a los agricultores a usar zonas de la selva que ya estuvieran despejadas.
La victoria de Da Silva se debe en parte a una amplia coalición que incluye desde comunistas hasta centristas, en tanto que el electorado brasileño buscaba estabilidad tras el volátil periodo de Bolsonaro, caracterizado por enfrentamientos con los tribunales, una pandemia que mató más personas que en cualquier país excepto Estados Unidos, así como ataques frecuentes a la izquierda, los medios de comunicación, los académicos, los profesionales de la salud y las instituciones democráticas del país.
Bolsonaro, de 67 años, ha enfrentado varias investigaciones del Tribunal Supremo y del Congreso, entre ellas por sus declaraciones en contra del sistema electoral, su manejo de la pandemia y su posible participación en operaciones de desinformación.
Hasta ahora, el presidente ha evitado consecuencias de dichas indagatorias, en parte debido a su inmunidad como presidente. Cuando él deje el cargo el 1 de enero, dichas investigaciones podrían adquirir velocidad.
Mucha de la actividad de Bolsonaro como presidente ha estado protegida de las leyes de transparencia gubernamental del país porque su gestión ha clasificado como secretos muchos registros por hasta 100 años, incluido su estado de vacunación.
Da Silva ha prometido deshacer el secreto oficial de dichos registros una vez que sea presidente. “Cuando levantemos la alfombra, verán la podredumbre debajo”, dijo en el debate del viernes.
Las urnas cerraron en estas elecciones presidenciales de alto riesgo de Brasil. Esto es lo que se puede esperar ahora.
Debido a que Brasil es el único país del mundo que utiliza un sistema de votación completamente electrónico, históricamente el conteo de votos sucede con relativa rapidez, sobre todo para un país tan grande. Los funcionarios indicaron el domingo que esperaban que se conociera quién era el ganador para las 7 p. m., hora del Este.
En cientos de mesas de votación por todo el país las autoridades suman los resultados de votación de cada máquina de votación y transmiten esos conteos a la agencia federal electoral en Brasilia, la capital.
El domingo, todas las mesas de votación cierran al mismo tiempo, a pesar de que el país se extiende por tres husos horarios. Sin embargo, los resultados irán llegando durante varias horas, y se espera que los primeros resultados favorezcan de manera significativa al presidente Jair Bolsonaro, el titular de extrema derecha.
¿Por qué? La respuesta, en gran medida, tiene que ver con la infraestructura de internet de Brasil.
El apoyo para Bolsonaro y otros candidatos de derecha tradicionalmente ha sido más sólido en las regiones más desarrolladas y adineradas de Brasil, donde la conexión a internet es mejor que en las regiones más pobres que se inclinan por los candidatos de izquierda, como el contrincante de Bolsonaro, Luiz Inácio Lula da Silva.
Esto es particularmente cierto en el nordeste de Brasil, una extensa zona pobre y rural que representa alrededor del 27 por ciento de los votantes y que de manera histórica ha sido un bastión de Da Silva.
Como resultado, los brasileños están habituados a que los candidatos conservadores tengan una ventaja inicial después del cierre de urnas y luego ven cómo los candidatos de izquierda se emparejan —o a veces superan— hacia el final del conteo de votos.
En las elecciones presidenciales de 2014, un candidato de centroderecha encabezó los resultados de la votación durante horas hasta que la candidata izquierdista del partido de Da Silva terminó por superarlo y ganó la presidencia.
El candidato que perdió alegó que había algo irregular y exigió una auditoría, una causa que Bolsonaro —quien por entonces era diputado— apoyó.
La tendencia volvió a repetirse otra vez en la primera vuelta a principios de mes. Bolsonaro lideró al principio del conteo hasta que Da Silva lo superó.
Días después, Bolsonaro mostró un gráfico de resultados de votación e insinuó que había sido víctima de fraude. La tendencia, dijo, parecía como “todo un algoritmo”.
Desde que empezaron a usarse, en 1996, no ha habido pruebas de fraude en las máquinas electrónicas de votación de Brasil.
RÍO DE JANEIRO — El domingo en la mañana, en una iglesia evangélica de los suburbios de Río de Janeiro, buena parte de la congregación vestía el verde y amarillo de la bandera brasileña, una señal tradicional de apoyo para el presidente Jair Bolsonaro.
El pastor Silas Malafaia, el líder de la iglesia evangélica Asamblea de Dios Victoria en Cristo, hizo anuncios de eventos y el personal recaudó donativos. Luego empezó a predicar.
“Yo siempre he dicho que la iglesia no vota ni apoya a nadie” dijo. “Pero yo puedo apoyar, como lo hace usted que es un ciudadano de este país, y como lo hacemos nosotros como parte de un grupo que tiene creencias en común”.
Malafaia tuvo cuidado de no mencionar intencionalmente a Bolsonaro por nombre en su sermón, pero su camisa verde y amarilla indicaba claramente su apoyo por el presidente de extrema derecha.
Los evangélicos, que constituyen más del 30 por ciento de la población brasileña, apoyaron en grande a Bolsonaro en 2018 y en la primera vuelta de las elecciones de 2022. Las encuestas sugerían que por lo menos el 60 por ciento de ellos apoyarían al presidente en la segunda vuelta de votaciones este domingo. Muchos predicadores han usado sus púlpitos para influenciar a sus congregantes para que voten por el líder brasileño.
Malafaia habló por otros 25 minutos, repitiendo varias de las declaraciones habituales de Bolsonaro: críticas de los medios de comunicación, advertencias de que los comunistas y esquerdopatas —una palabra informal que combina “izquierdista” y “sociópatas” en portugués— eran una amenaza para los niños de edad escolar y cuestionamientos a la seguridad del sistema de votación de Brasil.
“Si los hackers invaden los sistemas más seguros del mundo, como lo es el Pentágono, ¿por qué no pueden acceder ilegalmente al sistema que controla las elecciones de Brasil?” dijo Malafaia, pidiendo a las personas que se pusieran de pie, se tomaran de las manos y oraran juntos contra el fraude electoral.
RÍO DE JANEIRO — El jefe de la autoridad electoral de Brasil ordenó que la policía de carreteras del país respondiera a denuncias de que había ordenado detener el tráfico, en particular autobuses que transportaban votantes a las urnas, en un esfuerzo por impedir la participación en las elecciones presidenciales del domingo.
El domingo hubo decenas de reportes en las redes sociales de que agentes federales de caminos estaban deteniendo e interrogando a los vehículos en varios estados de todo el territorio de Brasil, a pesar de que las autoridades electorales previamente habían ordenado que no se llevaran a cabo estos operativos en el día de las elecciones.
Alexandre de Moraes, un juez del Supremo Tribunal que lidera la agencia electoral de Brasil, publicó una orden dirigida al director de la policía federal de carreteras en la que le pedía presentar pruebas de que sus agentes no estaban violando las reglas electorales para beneficiar al presidente de extrema derecha, Jair Bolsonaro.
En la orden, Moraes incluyó un vínculo a un tuit de una persona que aseguraba que la policía de carreteras había puesto un control de revisión en la ciudad norestense de Cuité y que no dejaba que la gente pasara. “¡Ya está ahuyentando a la población del campo!”, decía el tuit. El nordeste brasileño es un bastión de la izquierda.
El domingo por la tarde, Moraes dijo a los periodistas que la investigación inicial de las autoridades electorales encontró que, aunque las paradas retrasaron los autobuses, todos estos llegaron a los lugares de votación previstos. “No tuvimos ningún elector que no votara debido a las operaciones”, aseguró.
Silvinei Vasquez, director de la policía de carreteras, aseguró en un comunicado oficial la tarde del domingo que sus oficiales cumplirían con las regulaciones electorales y que no obstaculizarían el transporte de votantes.
Hasta el domingo por la tarde, la policía federal de carreteras había detenido más de 550 autobuses en todo el país, según un funcionario federal de carreterasHa habido decenas de informes en las redes sociales de agentes federales de carreteras que estaban deteniendo autobuses e interrogando a personas en varios estados de Brasil el domingo. con acceso a datos internos que habló bajo la condición de anonimato. El domingo 2 de octubre, en la primera vuelta de la votación, la policía vial detuvo cerca de 300 autobuses, según el funcionario.
El sábado, según O Globo, uno de los diarios más grandes de Brasil, Vasquez publicó un llamado a votar por Bolsonaro en su cuenta oficial de Instagram, con 41.000 seguidores. El tipo de historia que publicó desaparece de manera automática de Instagram después de 24 horas, y el domingo ya no era visible. Vasquez había publicado previamente varias fotos con Bolsonaro.
Thomas Thaler, de 45 años, un programador computacional, dijo que su esposa al final ya no votó después de que su autobús se atascó en el tráfico y luego fue detenido por la policía de carreteras rumbo al local de votación en Recife, una ciudad grande en la costa noreste de Brasil. Tiempo después, salió del autobús y tomó otro camión de regreso a casa. Ella dijo que había planeado votar por Da Silva.
Jessica Sousa, una estudiante de 22 años, dijo que se quedó atrapada en el tráfico cerca de Cuité, en el noreste de Brasil, y que finalmente la policía vial la interrogó y le pidió su identificación y le preguntó sobre sus planes. Sousa dijo que solo había visto paradas de ese tipo durante días festivos o eventos especiales. Después de un tiempo logró llegar a las urnas y votar por Da Silva.
— Ana Ionova, André Spigariol, Laís Martins and Jack Nicas
Jair Bolsonaro ganó las pasadas elecciones presidenciales de Brasil con la promesa de limpiar la política y, desde que asumió el cargo en 2019, había dicho al menos 237 veces que su gobierno tenía “cero corrupción”.
Esas afirmaciones calaban hondo entre los partidarios de Bolsonaro, mientras se disputaba en una reñida segunda vuelta contra el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien estuvo encarcelado.
Sin embargo, en las últimas semanas, Bolsonaro se preocupó por la perspectiva de ir a prisión, según dos altos funcionarios que lo escucharon hablar sobre el tema y que pidieron mantener su anonimato para poder describir conversaciones privadas.
A pesar de sus afirmaciones, Bolsonaro y su círculo íntimo han enfrentado investigaciones por acusaciones que incluyen malversación de fondos públicos, robo de salarios del personal y mal manejo de la pandemia de COVID-19. Sin embargo, hasta el momento, las investigaciones han sido aplazadas o bloqueadas dada su influencia política y su inmunidad presidencial.
Pero eso podría cambiar ahora que Bolsonaro perdió las elecciones presidenciales del domingo.
“Después de dejar el cargo, no hay inmunidad, ninguna, por los delitos cometidos por un expresidente en Brasil”, dijo Eloísa Machado, profesora de derecho en la Fundación Getulio Vargas, una universidad y organización de investigación en São Paulo, Brasil.
La ley en Brasil deja menos espacio para la interpretación sobre ese tema que en Estados Unidos, donde las afirmaciones de inmunidad presidencial del expresidente Donald Trump lo han ayudado a sortear investigaciones y juicios.
En Brasil, solo el fiscal general puede investigar a un presidente en funciones, y solo el Supremo Tribunal Federal puede procesarlo, lo que “definitivamente ayuda a evitar investigaciones”, según Davi Tangerino, profesor de derecho de la Universidad Estatal de Río de Janeiro.
En 2019, Bolsonaro nombró a Augusto Aras como fiscal general, ignorando una tradición de dos décadas en la que los fiscales federales elegían a su jefe. Desde entonces, la oficina del fiscal general ha archivado más de 100 solicitudes de investigación, la mayoría relacionadas con la respuesta caótica y posiblemente corrupta de Bolsonaro a la pandemia y sus ataques contra el Supremo Tribunal.
“El fiscal general lo protegió de cualquier responsabilidad”, dijo Machado.
Además, Bolsonaro y dos de sus hijos han sido implicados en denuncias que los acusan de haber tomado parte de los salarios de los miembros del personal durante sus mandatos como congresistas. El año pasado, la oficina del fiscal general abrió investigaciones sobre los casos del presidente, pero no se han realizado avances en esas pesquisas.
Hace un par de meses, las finanzas familiares fueron el centro de la atención pública debido a un reportaje del sitio de noticias UOL que indicaba que la mitad de las 107 compras de bienes raíces de la familia se habían hecho en efectivo. Los fiscales de Río de Janeiro están examinando si 25 de esos inmuebles fueron comprados con dinero desviado de los salarios del personal.
El presidente también ha logrado mantener un control estricto sobre el Congreso, que ha aplazado más de 130 solicitudes de juicio político. Los medios brasileños Estadão y Piauí informaron que, a cambio, su administración ha permitido que un grupo de congresistas otorgue más de 8000 millones de dólares a sus bases electorales regionales. Hace un par de semanas, la policía federal arrestó a dos personas vinculadas a este supuesto esquema de malversación de fondos, denominado “el presupuesto secreto”.
Para protegerse a sí mismo, y a su círculo más cercano, de las investigaciones, Bolsonaro ha extendido las protecciones contra decenas de solicitudes de información, imponiendo clasificaciones de confidencialidad por 100 años a datos como los nombres de las personas que visitaron el palacio presidencial y las comunicaciones del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Da Silva, quien estuvo en prisión por cargos corrupción, utilizó ese tema en su campaña y prometió: “En mi primer día de gobierno, revocaré esos secretos”.
RÍO DE JANEIRO — A medida que los líderes de izquierda asumieron el poder presidencial en América Latina en los últimos años, las relaciones diplomáticas de Brasil con la región se han enfriado durante la gestión de Jair Bolsonaro, un líder político de derecha que había criticado a muchos de sus nuevos homólogos.
Luiz Inácio Lula da Silva, ha prometido restablecer relaciones más fuertes con los países vecinos.
Bolsonaro culpó al gobierno de izquierda de Argentina por la mala gestión de la economía de ese país, insultó al nuevo presidente izquierdista de Chile e instó a los votantes a rechazar a Da Silva para evitar que Brasil “se convierta en Venezuela”.
El presidente de Brasil “ha utilizado a América Latina como símbolo del retroceso de la izquierda”, dijo Esther Solano, profesora de relaciones internacionales en la Universidad Federal de São Paulo. “El comunismo latinoamericano es este enemigo común, el coco”.
Las críticas de Bolsonaro causaron tantas tensiones en las relaciones entre Brasil, el país más grande de América Latina, y sus vecinos que muchos líderes regionales estaban apoyando a Da Silva, conocido universalmente como Lula, según dos diplomáticos sudamericanos quienes hablaron bajo condición de anonimato para poder comentar las discusiones privadas de sus gobiernos.
Después de que Da Silva emergiera como el político más votado en la primera vuelta de las elecciones del 2 de octubre, el presidente Alberto Fernández de Argentina escribió en Twitter: “Felicito a mi querido @LulaOficial por su triunfo en primera vuelta”.
Durante sus dos mandatos, de 2003 a 2010, Da Silva impulsó la profundización de las alianzas regionales, sobre todo a través del Mercosur, el principal bloque político y comercial de Sudamérica. El expresidente, quien también fue sindicalista, incluso propuso una moneda única para la región, aunque la idea, considerada inviable por la mayoría de los expertos, nunca fue implementada. Sin embargo, ha vuelto a plantear la idea en su actual campaña.
“Hará lo que sea necesario para reposicionar a Brasil, como lo hizo a principios de la década de 2000, como líder en Sudamérica”, dijo Guilherme Casarões, politólogo de la Fundación Getúlio Vargas, un instituto de investigación con sede en Brasil.
Hussein Kalout, investigador de relaciones internacionales de la Universidad de Harvard que participó en algunas de las reuniones recientes de Da Silva con funcionarios extranjeros, dijo que el exmandatario quiere aumentar la cooperación con otros países latinoamericanos en torno al cambio climático.
“Brasil está totalmente a la deriva y aislado en su propia región, y eso no es bueno”, dijo.
Bolsonaro, quien fue elegido en 2018 con la promesa de poner a “Brasil por encima de todo”, adoptó un enfoque más aislacionista, reduciendo el comercio regional y renunciando a los organismos regionales.
Las elecciones del domingo también podrían convertirse en un indicador crucial del mapa político de América Latina. En gran medida, el populismo de derecha que impulsó a Bolsonaro se ha agotado y la victoria de Da Silva probablemente consolidará el giro hacia la izquierda.
RÍO DE JANEIRO — Los electores brasileños deciden si le darán un segundo mandato al titular de derecha, Jair Bolsonaro, o si apoyan el regreso de un expresidente de izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva. Luego de que Da Silva lideró la primera vuelta a principios de mes, muchas encuestas sugerían que el balotaje estaría muy ajustado.
Las opiniones encontradas sobre la elección quedaron en evidencia cuando inició la votación en una mesa en Río de Janeiro el domingo temprano y empezó a llegar un flujo constante de votantes.
Muchos seguidores de Bolsonaro vestían camisetas de fútbol amarillas que se han convertido en símbolo de la política de derecha de Brasil. Los simpatizantes de Da Silva llevaban calcomanías con el rostro del candidato de izquierda.
Moises Wagner, un repartidor de 47 años, dijo que había votado por Bolsonaro. “Representa nuestros valores: Dios, familia, país”, dijo, repitiendo un mantra que ha hecho que el líder sea muy popular entre los conservadores y los cristianos evangélicos.
Rita Pereira, una abogada de 56 años, dijo que votó por Bolsonaro por una razón sencilla. “Juré que nunca volvería a votar por Lula”, dijo.
Da Silva presidió una era dorada de crecimiento en Brasil impulsada en gran medida por un auge de las materias primas, pero su legado fue afectado cuando lo encarcelaron por cargos de corrupción en 2018. Aunque un juez desechó su condena luego de un fallo que indicaba que el juez del caso había sido parcial, muchos votantes aún tienen dudas sobre la integridad de Da Silva.
Pero Stefane Silva de Jesus, una bibliotecaria de 30 años, tenía otra opinión. “No es la solución a todos los problemas”, dijo. “Pero es nuestra única esperanza”. Culpó a Bolsonaro del aumento del hambre, una inflación severa y un pobre manejo de la pandemia de coronavirus.
Varios actos esporádicos de violencia política, entre los cuales se cuentan tiroteos y apuñalamientos previo a la votación, inquietaron a muchos brasileños que creen que la retórica de Bolsonaro ha contribuido a la polarización del país.
En São Paulo, Lucas Valoto, un diseñador web de 29 años, vestía una camiseta roja como símbolo de su apoyo por Da Silva. “Hoy decidimos que no podemos acobardarnos”, dijo. “No podemos permitir que esta locura, que esta barbaridad continúen”.
En medio de las elecciones más divisivas en la joven historia democrática brasileña, la organización de vigilancia laboral del país ha sido inundada con denuncias sobre “acoso electoral” de trabajadores contra sus patrones. Empresarios de todo el país supuestamente están ofreciendo bonos a los trabajadores que se comprometan a votar por el candidato de su preferencia e incluso están amenazando con recortes de presupuesto y despidos en caso de derrota.
Esta táctica ilegal de campaña se registró por primera vez en 2018, cuando los fiscales laborales identificaron 212 casos contra 98 empresas. Pero la práctica se generalizó en 2022, sobre todo después de la primera vuelta. Actualmente, las autoridades encargadas de supervisar asuntos laborales investigan 1850 denuncias contra 1440 empresas en los 27 estados de Brasil.
Muchos de esos casos tienen en común a empleadores que intentan desviar votos del candidato de la izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva, el expresidente que lideró la contienda en primera vuelta. El acoso se convirtió en un tema tan importante para la izquierda que los sindicatos formaron una fuerza de trabajo conjunta para recabar denuncias.
Se han hallado casos en varias industrias, incluido el sector agrícola, parte crucial de la economía del país.
En Bahía, estado al noreste del país y bastión histórico de los partidos y candidatos de izquierda, un empresario rural, en un audio de mensaje privado revisado por investigadores laborales, ordenó a sus empleadas grabar sus votos a favor de Bolsonaro e incluso esconder sus teléfonos en la ropa interior.
Si no, serían despedidas.
En un acuerdo de culpabilidad con los investigadores, el empresario admitió haber presionado a las trabajadoras para que apoyaran a un candidato en particular y dijo que jamás despediría a los empleados por motivos políticos. También aceptó pagar una multa.
“Creo que mucho se debe a la polarización política que ocurre en el país”, dijo José de Lima Ramos Pereira, el principal fiscal en materia laboral de Brasil, sobre el caso de la intimidación de empleados. “A los empleadores les parece que está bien hacer algo ilegal”.
En São Miguel do Guamá, al norte de Brasil, donde Lula ganó casi el 64 por ciento del voto en primera vuelta, Mauricio Fernandes Jr., dueño de una fábrica de ladrillos, le ofreció a sus trabajadores un bono de unos 38 dólares si votaban por Bolsonaro.
En un acuerdo con investigadores de la Fiscalía del Trabajo del país, Fernandes acordó pagar una multa y grabó un video disculpándose con sus trabajadores.
“Cometí una gran estupidez”, dijo.
Además de las multas y la compensación económica, los empresarios que se les compruebe haber cometido coerción política con sus empleados podrían enfrentar cargos penales.
“Tenemos que erradicar este disparate”, dijo el jefe de las elecciones de Brasil, Alexandre de Moraes. “El acoso moral es un crimen. Como tal, debe combatirse”.
Como la contienda entre el presidente derechista de Brasil, Jair Bolsonaro, y su rival, Luiz Inácio Lula da Silva, se ha vuelto más reñida, Bolsonaro y sus aliados han intensificado su acercamiento con un bloque de electores clave para su campaña: los cristianos evangélicos.
En los días previos a las elecciones del domingo, el país ha estado inmerso en duros ataques contra Da Silva que en parte buscan convencer a los votantes evangélicos que, según algunos cálculos, representan alrededor del 30 por ciento de la población y se han convertido en unos seguidores muy importantes para Bolsonaro.
El presidente probablemente necesitará a este bloque, que tiende a ser más conservador que otros grupos religiosos en Brasil, para que lo respalden en cantidades significativas con el fin de ganar un segundo mandato.
Bolsonaro ganó más del 60 por ciento de los votos evangélicos en su primera campaña a la presidencia en 2018 y recibió un porcentaje similar durante la primera vuelta en este ciclo electoral.
Los evangélicos son el único grupo religioso que tiene una representación política clara en el Congreso y votan en bloque en ciertos asuntos de interés para los conservadores.
En las últimas semanas, los seguidores de Bolsonaro han acusado a Da Silva de ser un satanista que cerrará las iglesias si gana y lo han descrito como a favor de los derechos al aborto, la legalización de las drogas, y la “ideología de género”, nombre que se le da al movimiento para reevaluar el concepto del género.
Bolsonaro ha amplificado algunas de estas afirmaciones. “Cuando alguien está a favor del aborto, como Lula está a favor, el tipo enciende la luz amarilla”, dijo el presidente en una entrevista reciente en un pódcast, advirtiendo a los votantes sobre Da Silva.
Da Silva, quien ha dicho que se opone a los derechos al aborto y la legalización de las drogas, hace poco tuvo que aclarar que no tiene un pacto con el diablo. (No ha expresado su postura sobre la “ideología de género”).
Bolsonaro también ha conseguido el respaldo de pastores evangélicos que usan sus púlpitos con el fin de presionar a los feligreses para que voten por el presidente.
“Los discursos en las iglesias dicen que esta no es una elección sino una guerra espiritual”, dijo Vinicius do Valle, politólogo y líder del Observatorio de Evangélicos, una organización que estudia su impacto en la sociedad brasileña.
Los aliados de Da Silva han respondido con sus propios ataques al perfil moral de Bolsonaro, al tratar de vincularlo con la masonería y cuestionar sus valores sexuales al señalar un video en el que insinúa tener interés sexual por chicas adolescentes.
Da Silva, que dijo que “nunca usó la religión” en su campaña, se reunió recientemente con los líderes evangélicos y calificó a Bolsonaro como un “mentiroso compulsivo”.
Al emitir sus sufragios el domingo, los brasileños emplean el único sistema en el mundo que recaba y contabiliza votos de manera totalmente digital, sin respaldo en papel.
Muchos han aclamado la adopción total de Brasil de un sistema digital porque simplifica significativamente la logística de organizar una elección en un país que es casi del tamaño de Europa, y que tiene algunos de los lugares más remotos del planeta, y con una población de 217 millones de personas.
Pero, para otros, como el presidente Jair Bolsonaro, el diseño del sistema constituye una gran vulnerabilidad: sin respaldos, según argumenta el mandatario, nunca se puede estar seguro de que el voto de cada persona se cuente correctamente.
A pesar de sus afirmaciones, no ha habido pruebas de fraude en las máquinas de votación desde que comenzaron a utilizarse en Brasil en 1996, según expertos independientes, las autoridades electorales de Brasil y gobiernos extranjeros, incluido el de Estados Unidos.
Más bien, las máquinas han contribuido a eliminar el fraude electoral que antaño asolaba las elecciones brasileñas en la época de las boletas de papel.
Los expertos en seguridad informática que han analizado el sistema dicen que la falta de copias de seguridad en papel dificulta la auditoría de una elección. Pero también afirman que el sistema cuenta con numerosas capas de seguridad para evitar fraudes o errores.
Los funcionarios prueban cientos de máquinas el día de las elecciones para asegurarse de que registran los votos correctamente.
Cada local de votación da a conocer el recuento de votos ante el público, lo que garantiza que coincida con el recuento nacional.
Expertos externos inspeccionan parte del código fuente del software de las máquinas.
La mayoría de los votantes desbloquean las máquinas con su huella digital mientras que otros presentan una identificación con fotografía a los trabajadores electorales.
Además, las máquinas no están conectadas a internet, lo que reduce significativamente las posibilidades de un hackeo.
La imagen resultante mostró a un líder electo, primero diputado y luego presidente, que ha construido un relato de elecciones fraudulentas basado en imprecisiones, informes fuera de contexto, pruebas circunstanciales, teorías de conspiración y mentiras descaradas, muy al estilo del expresidente estadounidense Donald Trump.
Sus pruebas se han centrado en aparentes anormalidades en el proceso de votación y en los resultados, a menudo presentadas sin atribuir la fuente, y ha formulado escenarios hipotéticos de fraude como si fueran mucho más probables de lo que en realidad son.
Sin embargo, sus denuncias han tenido un respaldo significativo en gran parte del país. Tres de cada cuatro simpatizantes de Bolsonaro ahora confían poco o nada en las máquinas de votación de Brasil, según las encuestas.
Marcos Simplicio, investigador de seguridad cibernética de la Universidad de São Paulo que también estudia los sistemas de votación de Brasil, dijo que combatir las afirmaciones de Bolsonaro ha sido difícil porque algunas se basan en hechos, aunque carecen de una comprensión completa del sistema y, por lo tanto, en gran medida exageran el riesgo o simplemente son erróneas.
“La mayor parte de lo que dice Bolsonaro son verdades a medias”, dijo Simplicio. “Pero la base técnica no es completamente falsa. Y, a veces, ese es el problema”.
RÍO DE JANEIRO — Entre los primeros brasileños que votaron el domingo estaban los candidatos Jair Bolsonaro, actual presidente, y su contrincante de izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva.
Bolsonaro acudió a emitir su voto tan pronto como abrieron las puertas de su mesa de votación en una zona campestre en el poniente de Río de Janeiro donde viven muchos oficiales militares. Bolsonaro, quien fue capitán del Ejército, solía vivir en esa localidad y durante años ha votado ahí.
Vestía una camisa amarillo encendido con la leyenda “Brasil”, a tono con la vestimenta patriótica que se ha convertido en símbolo de su movimiento. Para mostrar apoyo al presidente, sus seguidores usan los colores verde y amarillo de la bandera brasileña así como las camisetas del equipo de fútbol nacional.
Debajo de su camiseta, Bolsonaro parecía llevar un chaleco protector, que en semanas recientes ha estado usando en los eventos de campaña. Semanas antes de la primera vuelta de votación en 2018, a Bolsonaro lo apuñalaron en el estómago en un mitin muy concurrido y desde entonces ha tenido problemas de salud relacionados con ese incidente.
“Nuestra expectativa es una victoria por el bien de Brasil”, le dijo a los periodistas en un breve comentario, rodeado de guardias de seguridad. “Solo tenemos buenas noticias, y saldremos victoriosos”.
Alrededor de una hora después, Da Silva, conocido universalmente con Lula, votó en una ciudad de clase obrera en São Paulo, donde surgió como líder sindical hace décadas, lo que lanzó su carrera política.
Con una camisa blanca de botones, posó para fotografías luego de votar, mostró una “L” con los dedos —un símbolo de su campaña— y besó la papeleta que los electores reciben luego de emitir su voto.
“Este país, desafortunadamente, ha ido en retroceso”, le dijo a los periodistas. “Y ahora tenemos que impulsarlo para adelante otra vez. Pero no solo para parte de la sociedad. Tenemos que hacerlo como un todo”.
En 2019, Luiz Inácio Lula da Silva pasaba 23 horas al día en una celda aislada, con una caminadora, de una penitenciaría federal.
El expresidente de Brasil fue sentenciado a 22 años de prisión por cargos de corrupción; una condena que parecía poner fin a la carrera histórica del hombre que alguna vez fue el león de la izquierda latinoamericana.
Ahora, libre de prisión, el exdirigente sindical vuelve a ser el centro de atención y trata de retomar el timón en la nación más grande de América Latina —con 217 millones de habitantes— con la misión de deshacer el legado del presidente Jair Bolsonaro.
Cuando dejó el cargo en 2011 después de dos mandatos, el índice de aprobación de Da Silva superaba el 80 por ciento. Pero luego se convirtió en la pieza central de una extensa investigación sobre sobornos gubernamentales que condujo a casi 300 arrestos, lo llevó a prisión y parecía relegarlo a la oscuridad.
Un regreso de Da Silva a la presidencia consolidaría su estatus como la figura más influyente en la democracia moderna de Brasil. Se trata de un extrabajador metalúrgico que estudió hasta el quinto grado, hijo de trabajadores agrícolas analfabetos, quien durante décadas ha sido una fuerza política y la figura que lideró un cambio transformador en la política brasileña, que pasó de los principios conservadores a los ideales de izquierda y los intereses de la clase trabajadora.
Como presidente de 2003 a 2010, la gestión de Da Silva ayudó a sacar a 20 millones de brasileños de la pobreza, revitalizó la industria petrolera del país y elevó a Brasil en el escenario mundial, llegando a organizar la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos de Verano.
Pero también permitió que un gran sistema de sobornos se generara en el gobierno y muchos de sus aliados del Partido de los Trabajadores fueron condenados por aceptar coimas. Da Silva fue condenado por aceptar un condominio y renovaciones de empresas constructoras que licitaron contratos gubernamentales. En 2021, el Supremo Tribunal dictaminó que el juez de sus casos no fue imparcial y anuló sus condenas, aunque el fallo no declara su inocencia.
En general, la campaña de Da Silva giró en torno a la promesa que ha formulado durante décadas: mejorar la vida de los pobres de Brasil. La pandemia azotó la economía del país, con una inflación que alcanzó los dos dígitos y el número de personas que padecen hambre se duplicó a 33 millones. También se comprometió a ampliar la red de seguridad, aumentar el salario mínimo, reducir la inflación, alimentar y proveer vivienda a más personas y crear empleos a través de grandes proyectos de infraestructura.
“Fue el presidente antipobreza y ese es el legado que quiere conservar si gana”, dijo Celso Rocha de Barros, un sociólogo que escribió un libro sobre el Partido de los Trabajadores.
Sin embargo, como sucede con la mayoría de los políticos exitosos, los discursos de Da Silva suelen ser cortos en detalles y extensos en promesas. Con frecuencia forja su retórica en torno a un enfrentamiento entre “ellos”, las élites, y “nosotros”, el pueblo.
“Es el candidato del pueblo, de los pobres”, dijo Vivian Casentino, de 44 años, una cocinera vestida con el color rojo del Partido de los Trabajadores, en un mitin celebrado el mes pasado en Río de Janeiro. “Él es como nosotros. Es un luchador”.
La última vez que un partido brasileño de izquierda estuvo en el poder, en 2016, un congresista de la derecha se estaba haciendo de fama: Jair Bolsonaro.
Resaltaba entre los aspirantes a la presidencia porque su popularidad alcanzaba un solo dígito, y era conocido por sus declaraciones en las que exaltaba a los torturadores. Los expertos se burlaron de la idea de que algún día podría ganar. Sin embargo, yo estaba analizando cómo Brasil se desplazaba consistentemente hacia la derecha y me dispuse a entrevistarlo.
Ahora, un fragmento de esa conversación que duró 76 minutos y fue grabada en video —en donde Bolsonaro dice que probaría la carne de una persona indígena en la selva amazónica— resurgió como un tema explosivo en medio de la campaña para las elecciones presidenciales.
“Quería ver cómo cocinaban al indio”, dijo Bolsonaro, describiendo un supuesto ritual de canibalismo en una región remota de la Amazonía. “Me comería un indio, sin ningún problema”.
Los partidarios de Luiz Inácio Lula da Silva, un expresidente de izquierda y oponente de Bolsonaro, aprovecharon el comentario y lo compararon con caníbales reales (como Jeffrey Dahmer) y ficticios (como Hannibal Lecter).
Proliferaron los memes sobre el apetito de Bolsonaro por la carne humana. Las menciones de Bolso-Lecter, BolsoDahmer y, sí, Canibalsonaro, inundaron las redes sociales.
Que el canibalismo se haya convertido en un tema de conversación tan importante refleja el estado de los ataques en la campaña política que en los últimos días estuvo salpicada de acusaciones de masonería, culto al diablo y pedofilia. Da Silva, por su parte, ha tenido que refutar públicamente las afirmaciones de que hizo un pacto con Satanás.
En el momento de la extensa entrevista con Bolsonaro, era difícil saber si su comentario sobre el canibalismo era una especie de cuento o si estaba tratando de provocar una reacción. Hizo el comentario espontáneamente. El pueblo yanomami, que vive en la región de la Amazonía a la que se refiere Bolsonaro, dice que no tiene tradición de canibalismo.
Ahora que Bolsonaro ha sido presidente desde 2019, sus comentarios se consideran un reflejo de su carácter y sus políticas. Más allá de abordar un tabú, el actual mandatario ha presionado para abrir las tierras indígenas a la minería, recortó las protecciones ambientales e impulsó un aumento en la deforestación de la Amazonía, la selva tropical más grande del mundo.
A medida que la elección presidencial se volvió más reñida, la campaña de Bolsonaro trató de impedir que el partido de Da Silva lo asocie con el canibalismo. Los abogados del presidente de Brasil argumentaron que Bolsonaro estaba mostrando “deferencia” con la cultura indígena cuando dijo que se comería a una persona indígena.
Al ponerse del lado de Bolsonaro, el tribunal electoral de Brasil ordenó la eliminación de los anuncios políticos que vinculan al presidente con el canibalismo.
El tribunal también le otorgó varias oportunidades durante el tiempo de transmisión televisivo reservado para hacer campaña antes de la segunda vuelta para que se defendiera de las acusaciones . A pesar de las críticas de los líderes indígenas, que dijeron que los comentarios eran ofensivos, la campaña de Bolsonaro arguyó en su transmisión que eran sus oponentes quienes faltaban al respeto a las tradiciones indígenas.
En una entrevista televisiva reciente, Bolsonaro también dijo que lo etiquetan injustamente como caníbal debido a “un video de hace 30 años”.
Ha sido difícil imaginar que todo esto sucedió hace seis años cuando conocí a Bolsonaro y a su hijo, Flávio, quien filmó la entrevista que apareció poco después en las páginas de redes sociales de Bolsonaro.
Y allí estuvo durante mucho tiempo, y fue pasada por alto, hasta este mes.