domingo, 30 de octubre de 2022

Brasil elige a Lula da Silva, un exlíder de izquierda, y rechaza a Bolsonaro

NEW YORK TIMES/ BRASILIA — El domingo los votantes despidieron al presidente Jair Bolsonaro tras solo un periodo y eligieron a Luiz Inácio Lula da Silva, un expresidente de izquierda, para remplazarlo, según las autoridades electorales. Se trata de un rechazo al movimiento de ultraderecha de Bolsonaro y a cuatro años de gobierno divisivo.

La victoria culmina la sorprendente resurrección política de Da Silva —de la presidencia a la prisión y de regreso—, algo que antes parecía impensable.

También pone fin al turbulento periodo de Bolsonaro como el líder más poderoso de la región. Durante años, atrajo la atención mundial debido a políticas que aceleraron la destrucción de la selva amazónica y exacerbaron la pandemia, que dejó casi 700.000 personas fallecidas en Brasil; al mismo tiempo se convirtió en una personalidad internacional de la ultraderecha gracias a sus ataques a la izquierda, los medios de comunicación y las instituciones democráticas de Brasil.

En fechas más recientes, sus esfuerzos por socavar el sistema electoral de Brasil causaron preocupación especial dentro del país y en el exterior y también llamaron la atención del mundo hacia las votaciones del domingo, consideradas como una prueba importante para una de las mayores democracias del mundo.

Sin otorgar pruebas, el presidente criticó las máquinas de votación electrónica del país y las calificó como plagadas de fraude e insinuó que no aceptaría una derrota, de forma muy similar al expresidente de Estados Unidos, Donald Trump. Muchos de sus seguidores dijeron que saldrían a las calles si él se los pide.

No queda claro de inmediato cómo reaccionarían él y sus seguidores ante la derrota del domingo.

Los resultados del domingo mostraron que decenas de millones de brasileños se habían cansado de su estilo polarizador y de la agitación frecuente de su gestión y le dieron a Da Silva un mandato para desandar el legado de Bolsonaro. Se trata de la primera vez en 34 años de democracia moderna del país que un presidente en funciones no logra ganar la reelección.

Da Silva ganó el 50,83 por ciento de los votos válidos, frente al 49,17 por ciento de Bolsonaro con 98,81 por ciento del escrutinio el domingo por la noche.

Da Silva, un extrabajador metalúrgico de 77 años y líder sindical que estudió solo hasta el quinto grado, lideró a Brasil durante su auge en la primera década del siglo, pero luego, al dejar la presidencia, fue condenado por cargos de corrupción y pasó 580 días en prisión.

El año pasado, el Supremo Tribunal Federal desestimó las condenas y falló que el juez en sus casos era parcial. Los votantes respaldaron al hombre conocido sencillamente como “Lula”.

La elección de Da Silva pone fin a una campaña presidencial que fue ampliamente vista como una de las votaciones más importantes de América Latina en décadas, una contienda entre quienes tal vez sean las dos mayores figuras políticas vivas del país y que encarnan visiones radicalmente diferentes sobre el destino del país.

Su victoria también inclina a Brasil a la izquierda y amplía una serie de triunfos de la izquierda por toda América Latina que han sido impulsados por una ola de rechazo a los gobiernos establecidos. Ahora, seis de los siete mayores países de la región han elegido líderes de izquierda desde 2018.

Da Silva, un izquierdista instigador que desde hace décadas se hizo fama como defensor de los pobres, enfrenta desafíos significativos. Brasil enfrenta amenazas ambientales, un hambre que va en aumento, una economía titubeante y una población profundamente dividida.

A pesar de su triunfo, un gran porcentaje de los 217 millones de brasileños siguen considerando que Da Silva es corrupto debido a un amplio esquema de sobornos que se destapó años después de que abandonó el poder. Y si bien sus condenas de corrupción fueron anuladas, Da Silva nunca fue declarado inocente.

Aún así, Da Silva triunfó con el margen de victoria más estrecho en el mismo periodo, en señal de la profunda división que enfrentará como presidente. “No es la solución a todos los problemas. Pero es nuestra única esperanza”, dijo Stefane Silva de Jesus, una bibliotecaria de 30 años, luego de emitir su voto a favor de Da Silva en Río de Janeiro el domingo.

La propuesta principal de Da Silva a los votantes fue que sus ocho años en la presidencia fueron la mejor época de Brasil y que, tras cuatro años de inestabilidad con Bolsonaro, él iba a “restablecer la armonía” en el país.

André Spigariol colaboró con reportería desde Brasilia, Ana Ionova y Flávia Milhorance colaboraron con reportería desde Río de Janeiro y Laís Martins desde São Paulo.

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Luiz Inácio Lula da Silva saludando a sus seguidores de camino a emitir su voto en São Bernardo do Campo, Brasil, el domingo.
Credit...Victor Moriyama para The New York Times
Luiz Inácio Lula da Silva saludando a sus seguidores de camino a emitir su voto en São Bernardo do Campo, Brasil, el domingo.

La elección de Luiz Inácio Lula da Silva es un giro drástico hacia la izquierda para Brasil luego de cuatro años de una gestión de ultraderecha liderada por el presidente Jair Bolsonaro.

Da Silva ha prometido “restablecer la armonía” en el país; sus planes concretos, no obstante, han sido vagos. Su discurso de campaña giró en torno a la ampliación de los servicios para los para los pobres; entre ellos, más pagos de previsión social, un aumento al salario mínimo y programas para alimentar y dar vivienda a más personas. Para financiar todo eso, dijo que aumentaría los impuestos a los ricos pero también que simplemente aumentaría el gasto público.

Cuánto de todo eso podrá implementar no está muy claro. El partido de derecha de Bolsonaro tiene la mayor cantidad de curules en el Congreso y un poderoso bloque de centro controla tanto la Cámara de Diputados como el Senado. El país enfrenta condiciones económicas peores que durante la primera gestión de Da Silva y las políticas intervencionistas de la sucesora que Da Silva eligió para la presidencia llevaron a Brasil en 2014 a una recesión de la que no se ha recuperado por completo.

Su elección, no obstante, probablemente será una buena noticia para la salud de la selva amazónica, que es crucial en la lucha contra el cambio climático. Bolsonaro impulsó industrias que extraen los recursos de la selva y recortó el financiamiento y el personal de las agencias encargadas de protegerla. Como resultado, durante su gestión aumentó la deforestación.

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Seguidores de Da Silva celebraban la noche del domingo
Credit...Victor Moriyama para The New York Times

Da Silva tiene mucho mejor historial en cuanto a la protección del bosque tropical; cuando fue presidente se redujo la deforestación. Hizo campaña con la promesa de erradicar la minería y la tala ilegal y dijo que impulsaría a los agricultores a usar zonas de la selva que ya estuvieran despejadas.

La victoria de Da Silva se debe en parte a una amplia coalición que incluye desde comunistas hasta centristas, en tanto que el electorado brasileño buscaba estabilidad tras el volátil periodo de Bolsonaro, caracterizado por enfrentamientos con los tribunales, una pandemia que mató más personas que en cualquier país excepto Estados Unidos, así como ataques frecuentes a la izquierda, los medios de comunicación, los académicos, los profesionales de la salud y las instituciones democráticas del país.

Bolsonaro, de 67 años, ha enfrentado varias investigaciones del Tribunal Supremo y del Congreso, entre ellas por sus declaraciones en contra del sistema electoral, su manejo de la pandemia y su posible participación en operaciones de desinformación.

Hasta ahora, el presidente ha evitado consecuencias de dichas indagatorias, en parte debido a su inmunidad como presidente. Cuando él deje el cargo el 1 de enero, dichas investigaciones podrían adquirir velocidad.

Mucha de la actividad de Bolsonaro como presidente ha estado protegida de las leyes de transparencia gubernamental del país porque su gestión ha clasificado como secretos muchos registros por hasta 100 años, incluido su estado de vacunación.

Da Silva ha prometido deshacer el secreto oficial de dichos registros una vez que sea presidente. “Cuando levantemos la alfombra, verán la podredumbre debajo”, dijo en el debate del viernes.

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