Manifestantes
festejaron ayer frente al Congreso de Guatemala la decisión legislativa de
retirar la inmunidad al presidente de ese país, Otto Pérez. Foto Reuters
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Por Afp / La Jornada
Ciudad de Guatemala. Manifestantes pacíficos protestan
contra la corrupción y reclaman un nuevo sistema político: la inédita ola
popular en Guatemala recuerda al movimiento de los indignados españoles
y sus promotores desean inspirar a los vecinos Honduras y El Salvador.
“Sí, nos
identificamos con los indignados”, confía Álvaro Montenegro, estudiante
de Derecho de 27 años que forma parte de los organizadores de las primeras
protestas en Guatemala, en abril pasado.
“De
alguna manera, sí nos inspira, pero no fue algo planificado, son las
circunstancias de cada país”, señala, y subraya las diferencias entre España y
Guatemala, país minado por la violencia del crimen organizado y la pobreza,
tras 36 años de guerra civil (1960-1996).
Fue un
simple evento en Facebook el que encendió la chispa: el llamado a manifestarse
el 25 de abril, luego que se revelara un escándalo de corrupción que alcanzaba
al gobierno.
“Emitimos
un comunicado para decir que no estábamos vinculados a ningún partido político,
que no iba a haber ningún escenario porque no queríamos promover a ningún
líder, y que queríamos hacerlo de forma pacífica”, explica Álvaro.
Gracias
al boca a boca y a las redes sociales la convocatoria superó todas sus
expectativas: unas 30 mil personas participaron de la primera manifestación, a
la que asistieron familias, estudiantes, jubilados e indígenas.
Las
marchas se fueron sucediendo así como las revelaciones de nuevos casos de
corrupción, que salpicaron al propio presidente Otto Pérez, a quien el martes
el Congreso despojó de su inmunidad para que sea investigado por la justicia.
El
ambiente y el discurso de los manifestantes guatemaltecos recuerda a los indignados,
vasto movimiento de protesta popular contra la corrupción que sacudió a España
desde 2011.
“Efectivamente
hay muchas similitudes, a excepción del contexto de violencia y de la cultura
política existente bien entendida”, dice Kevin Parthenay, investigador del
Opalc, observatorio sobre América Latina del Instituto de Estudios Políticos de
París (Sciences Po Paris).
“Tomando
en cuenta estos dos últimos aspectos pareceríamos más cercanos a la 'primavera
árabe' que a los indignados”, indica, y dice no estar “totalmente
convencido” sobre un efecto de contagio a toda Centroamérica.
“Veo la
emulación más posiblemente en Honduras que en El Salvador”, estima.
Hondureños
con antorchas
En las
últimas semanas comenzaron protestas en Honduras, donde el partido del
presidente Juan Orlando Hernández (derecha) también es acusado de corrupción.
Alentados
por los resultados de la comisión internacional de la ONU contra la impunidad
en Guatemala (CICIG), los hondureños, que también se autoproclaman indignados,
exigen una comisión similar en su país.
Cada
semana desfilan con antorchas, también reclamando la renuncia de su presidente.
“Antes
los participantes en las manifestaciones eran vistos como vagos, vándalos,
ahora eso ha cambiado, familias enteras hasta con niños salen a manifestarse,
hasta los niños están viendo que la corrupción es mala”, señala Gabriela Blen,
estudiante de 27 años en contacto regular con el movimiento guatemalteco.
Según
Blen, “antes había una actitud pasiva hacia la corrupción y eso ha cambiado”.
“Los
medios trataron de invisibilizar el movimiento, pero llegó a ser tan grande que
les resultó imposible”, indica por su parte Paul Emilio Zepeda, abogado de 28
años involucrado en este movimiento que hasta ahora ha reunido hasta 100 mil
personas.
Los indignados
de Guatemala esperan también inspirar a El Salvador, donde está prevista el
próximo sábado la primera protesta.
“Les
estamos dando mucha información, compartiendo nuestra experiencia”, explica
Álvaro Montenegro.
En este
país es el expresidente Francisco Flores quien está involucrado en un escándalo
de corrupción, pero hasta ahora no ha surgido ningún movimiento de protesta.
Tampoco en Panamá, donde el ex mandatario Ricardo Martinelli, investigado por
la justicia, dejó el país en enero.
En El
Salvador “sobre todo la derecha opositora quisiera ver cuanto antes instalada
alguna comisión al estilo de la CICIG de Guatemala”, explica el analista
Dagoberto Gutiérrez.
Y en
Panamá “hay un despertar en la población, que empieza a estar cada día un poco
más atenta a los temas de corrupción”, comenta Ramón Arias, presidente de la
Fundación para el Desarrollo y la Libertad Ciudadana. Esto “no ha tomado quizás
la fuerza de Guatemala y Honduras en los últimos tiempos, porque aquí la gente
es quizás un poco más pasiva ante los escándalos de corrupción pero (...) se
comienza a ver un sentimiento generalizado de que la corrupción no es
tolerable”, explica.
En España
el movimiento de indignados derivó en 2015 en el éxito político de los
partidos Podemos y Ciudadanos.
En
Guatemala, donde habrá elecciones generales el próximo domingo, “apenas estamos
empezando”, observa Manfredo Marroquin, presidente de la ONG Acción Ciudadana,
rama local de la organización contra la corrupción Transparency International.
Pero cree
que si esto no se traduce más adelante en una fuerza política, “no sirve para
nada”.