AUTENTICIDAD
EN CRISIS CRÓNICA
Uriel Flores Aguayo
Tal vez es en la política,
como opinión y actividad, donde más se puede observar la falta de autenticidad;
aunque mucho de ello también se registra en la vida pública en general. Esa
carencia nos lleva a una vida política con mucho de falsedad e impostura, donde
cuenta todo siempre que se prescinda de la verdad. En ese sentido resultan
ineficaces y hasta fallidos los actos de la administración pública y los
legislativos, generando pocos o malos resultados y pérdidas de recursos
materiales y económicos. No se encaran de frente los problemas, se eluden y
dejan al infinito. No se cumple con las funciones determinadas. Esto, desde los
distintos niveles de gobierno. También, desde la sociedad se omiten
compromisos, participación y responsabilidades. En esa realidad andamos.
Los problemas estructurales
de nuestro país no se resuelven con discursos y colores partidarios, requieren
mucha más, consensos sociales y buenos gobiernos. Sin reglas democráticas en
todos los ámbitos sólo daremos vueltas en círculos viciosos y atrofiaremos la
solidez de una ruta plural y de certidumbre. No son mejores, en eso hay
absoluta claridad, los que abrazan ciertos colores y siglas políticas. Pueden
ser peores si pasan por el filtro del poder, del tamaño que sea. Los resultados
a mediano y largo plazo darán la razón a ciertas posturas, con hechos.
Antes se apelaba a alguna
ideología para explicar o justificar ciertas acciones. Tal vez era una ilusión
o un engaño y, en realidad, no había tal sino algún tipo de teorías o textos
programáticos que servían tanto para ser opositor que gobiernos. Esas maneras
de pensar se reforzaban con discursos y
banderas que daban sentido de identidad. Los posicionamientos se votaban casi
sin deliberación, excepto en ambientes doctrinarios. Había mayorías o
unanimidad que legitimaban las elaboraciones o elucubraciones de algún núcleo
de control y élite. Se hablaba de ideologías en términos absolutos, a partir de
su esencia se obtenían todo tipo de explicaciones. En nuestro país básicamente
teníamos el nacionalismo revolucionario del PRI, el conservadurismo del PAN y
el socialismo de la izquierda en general y el PRD.
Ahora eso se acabó, no hay
ideologías como tal y las formulaciones derecha-izquierda no dice mucho. Hay
una clara tendencia transversal entre las fuerzas políticas y se identifican a
partir de posturas muy generales sobre la democracia y la economía. Tanto en
los gobiernos como en la sociedad civil hay rasgos de una personalidad
determinada, se entienden por ciertas causas. Pero nada más. Estirar algunas
ideas de un grupo o un líder para tratar de ofrecer respuestas a todo es una
invitación directa para vivir en la demagogia y la simulación.
Tenemos un serio problema
de cultura democrática y de calidad en nuestra vida pública. Sin ideologías lo
que queda son pantomimas o caricaturas, aunque pudiera haber un realismo
honesto también. Se insiste en algunas fuerzas en inventar teorías de papel
para justificar lo que sea. Es algo patético observar cómo se hacen maromas
para respaldar lo que sea, desde
ocurrencias hasta cambios de camiseta. Ahí tenemos una buena dosis de
oportunismo y prácticas políticas muy pobres. Al inscribirse en un partido, por
interés o por razones nobles, renuncian a un juicio crítico, al sentido común
y, no pocas veces, a la honradez. Si el lider o el partido lo dice, hay que
seguirlo ciegamente aunque se trate de una barbaridad. Creo que cuando
trascendamos el seguidismo entraremos a una vida plenamente democrática y
civilizada. Sin crítica, autocrítica, diálogo, razones y convivencia plural no
hay forma de tener un camino diferente y mejor para nuestra sociedad.
Desconfió mucho del
irreflexivo y del aplaudidor, del que renuncia a pensar y abdica del juicio
crítico. Esos, donde estén, son prescindibles y hasta obstáculos. Peor es si
tienen poder. Es ocioso interactuar con el que sabe todo y resuelve todo a
partir de consignas, con el que supone superioridad moral y apela a la fuerza
cuasi milagrosa de algún líder. Son instrascentes los que nos dividen entre
buenos y malos y reparten títulos de honradez. Por supuesto ellos siempre se
autocolocan en el mejor lado. Si algo mejor llega a ocurrir algún día será en
nuestro entorno inmediato, gracias a nosotros mismos y en asuntos concretos. Es
perfectamente posible hacer mejor a nuestra realidad sobre la base de lo
concreto y cotidiano.
Recadito: somos voluntarios
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