CLAROSCUROS
Veracruz: el
estado que lo tiene todo, excepto políticos de su nivel
José Luis Ortega Vidal
El salón del Club
de Leones de Acayucan lucía repleto; sentados había, por lo menos, unos mil
ganaderos de la llamada “Llave del Sureste”.
Era un domingo
caluroso y se llevaba a cabo el relevo de la directiva en la Asociación
Ganadera Local; contendían el dirigente, médico veterinario Sergio Nassar
Viveros – iba por su enésima reelección- y su rival: el abogado Armando Díaz
Carballo.
Finalizaba la
década de los noventa; aquella era una de las primeras elecciones donde el
gremio ganadero acayuqueño vivía una verdadera contienda –dispareja, pero
contienda al fin- tras décadas de cacicazgos disfrazados de convivencias
electorales.
A punto de
realizarse la elección a mano alzada donde, se sabía, el médico Sergio Nassar
tenía el control de los socios de la AGL, un furibundo simpatizante de Díaz
Carballo –seguro perdedor pero valiente contrincante y gestor de la conciencia
gremial y la democracia de los productores pecuarios- subió a tribuna y lanzó
un encendido discurso.
Luego de 40
minutos de exhibir los motivos por los que aquella jornada no era una elección,
ni era democrática, ni representaba otra cosa que no fuera la compra de
votantes indiferentes y contentos de ser comprados, se empezaron a escuchar
abucheos y gritos de “ya bájese, ya cállese…”
Los ganaderos que
gritaban, esperaban alzar la mano, darle otros dos años de poder al titular de
la AGL, recibir los alambres para cercos, sillas de montar y demás enseres que
les serían obsequiados, además de degustar la rica barbacoa cuyo olor
despertaba el apetito ya muy presente entre la turba…
El maestro Joel
Vargas Cruz -ex dirigente de la Sección 32 del SNTE en Veracruz, ex diputado
local, ex orador oficial en el equipo de Carlos Jonguitud Barrios (+) durante
su mandato nacional al frente del SNTE- concluyó su exposición con las
siguientes palabras:
“Ya me voy,
a bajar; ya me voy a bajar; sólo les voy a recordar que en política pasa lo
mismo que con los perros de rancho: nomás el primero sabe a qué le ladre, los
demás ladran a lo puro pendejo…”
En política hay
momentos para todo.
Aquella memorable tarde
donde un pequeño grupo de ganaderos acayuqueños daban pie a la construcción
democrática en un gremio anquilosado y acostumbrado al control corporativo,
terminó con una comida entre el candidato perdedor, el orador que le defendió y
unos 20 seguidores que sonrieron ante los hechos y continuaron con sus afanes
personales y sus planes de que la Asociación Ganadera Local de Acayucan fuera
mejor.
Al paso de los
años las circunstancias de los productores ganaderos han cambiado mucho; entre
otros motivos porque se modificó la Ley que obligaba a la existencia de una
sola agrupación y hoy puede haber tantas como los productores deseen y
organicen, lo cual -desde luego- constituye en sí mismo un avance democrático.
Cada día hay mayor
información y educación entre los ganaderos sureños: la Universidad Veracruzana
-por ejemplo- abrió la carrera de Ingeniería en Sistemas de Producción
Agropecuaria Campus Acayucan y muchos hijos de ganaderos y campesinos estudian
allí y llevan sus conocimientos a la parcela o al rancho familiar.
No todo son miel
sobre hojuelas: los abigeos siguen dañando al sector; la falta de sanidad
animal en Oaxaca, Chiapas, Tabasco –entidades vecinas cuyos hatos ganaderos se
vinculan en procesos de compra-venta con los sudveracruzanos- contribuyen
al impedimento de que la carne de res que se produce en el Sur se pueda
exportar, lo que abona a la falta de desarrollo del sector.
En fin, los
procesos de ajuste estructural de una sociedad no son automáticos, llevan mucho
tiempo y requieren de madurez entre todos sus integrantes: desde los
productores hasta los consumidores, en el caso que nos ocupa; desde los
aspectos técnicos hasta los políticos, para referir a la elección donde los
productores escucharon que reelegían a un cacique pero ellos decidieron
reelegir a ese cacique y así se concretó.
He recordado esta
historia que me tocó vivir como reportero en Acayucan, luego de informarme
sobre lo ocurrido entre el gobernador Javier Duarte y los Senadores Héctor y
José Yunes, durante la toma de protesta de la nueva dirigencia estatal de la
CNC veracruzana, el pasado domingo 27 de septiembre.
Recordé, asimismo,
las palabras del sabio político tuxpeño que fue Jesús Reyes Heroles, quien
afirmaba que en política “la forma es fondo”.
La caña que el
gobernador entregó al Senador Yunes constituyó una agresión en respuesta a lo
que jefe del ejecutivo consideró, previamente, una agresión del legislador.
La declaración de
Héctor a media semana, en el sentido de que llegaría al poder estatal para
buscar peces de todo tamaño caló hondo en un grupo –el fidelista- que cumple
once años con la gubernatura de Veracruz en las manos.
Todos sabemos en
Veracruz de la animadversión política entre las familias Yunes – los Linares,
los Landa, los Zorrilla- y la fidelidad encabezada por Fidel Herrera Beltrán.
Declaraciones,
acusaciones, golpes mediáticos de uno y otro bando han llenado páginas de
medios informativos nacionales y estatales durante más de una década.
Nunca, empero, las
cosas habían pasado de lo político a lo personal, a lo familiar, al ataque
frontal y humillante, como ocurrió el domingo en el World Trade Center.
En política nada
es gratuito.
Todo acto, por muy
sencillo que parezca o sea, tiene consecuencias y lo sucedido el fin de semana
pasado tendrá las suyas y las veremos a lo largo de los meses e incluso de los
años.
Al involucrarse
personajes que representan investiduras otorgadas por el voto popular, el tema
rebasa los escenarios particulares y entra al ámbito de lo público.
Y dado el tono de
lo dicho y hecho, la pugna es motivo de preocupación. Preocupación política, si
se quiere ver sólo así, pero preocupación…
Hay muchos motivos
por los que Veracruz exige un discurso de mayor seriedad y calidad…
Hay muchas razones
por las que Veracruz representa una personalidad histórica cuya investidura
demanda acciones y actores políticos de la más alta estatura institucional…
Por Veracruz entró
la construcción de una nueva nación llamada México.
Veracruz fue
escenario de la firma –en el siglo XIX- de las Leyes de Reforma, elemento
esencial para la creación del Moderno Estado Mexicano.
Veracruz ha
aportado víctimas históricas a la defensa de la Patria ante invasiones
extranjeras.
Desde Veracruz
partió el personaje derrocado y expulsado por la Revolución que devino
fundación de instituciones y madurez colectiva cuya lentitud, fallas y deudas
sociales profundas, no impiden llamarnos nación protagónica en el concierto
mundial de naciones.
No alcanzan las
páginas de libros escritos y por escribir para narrar, explicar, determinar,
reflexionar, discutir, describir, todo lo que es Veracruz en la historia, las
artes, los deportes, la multiplicidad de culturas, lenguas, lenguajes,
aportaciones económicas y frente a todo ello sobre los rezagos, los fracasos y
los pendientes de nuestra insigne entidad.
Por todo lo
anterior, queda claro que Veracruz es más que una caña de pescar y lucha de
intereses de grupos y personas.
Hay tantas
interpretaciones a lo ocurrido el domingo 27 de septiembre en el WTC de Boca
del Río, como testigos y lectores hay.
Lo importante, lo
esencial es no perder de vista que lo ocurrido en el evento de la CNC no
representa a Veracruz y no representa a los veracruzanos.
Somos un Estado
cuya historia, su pasado, su presente y su futuro, están por encima de los
lamentables hechos protagonizados por un grupo de políticos a quienes es
necesario pedirles, demandarles, exigirles que piensen en la entidad que
representan y en el ropaje político prestado que visten, antes de pensar y
ocuparse en los asuntos que son estrictamente de su incumbencia.