REFLEXIÓN MATUTINA DE UN VIEJO LOBO DE MAR.
El miércoles 7 de octubre del 2015
Hoy cambiamos un poco el formato habitual de nuestra cotidiana REFLEXIÓN para
dar cabida, después de incluir la conformación de la actual Mesa Directiva de
la Delegación en Veracruz del Conservatorio Nacional de Historia y Civismo y
sus datos correspondientes para aquellos que deseen colaborar en los trabajos
de esta noble organización. Así mismo incluimos una cordial felicitación al
Lic. Arturo Mattiello Canales por su vinculación con la SEGOB, deseando que su
proyecto de seguridad comunitaria, que en su tierra natal fue ignorado,
sea adoptado por las entidades federativas en bien de la Humanidad. Queda
también incluido el habitual comentario enviado por nuestros lectores y, desde
luego, la tradicional Picada Jarocha.
Pero la razón de este cambio es el incluir las dos partes de un magnífico
reportaje sobre el peligro que representa para nuestros mares la invasión de
Pterois volitans, más conocido como Pez León de cuyo peligro no nos hemos dado
cuenta.
El
pasado miércoles 30 de septiembre tuvo lugar en el Auditorio del Museo de
Veracruz la toma de protesta de la nueva Mesa Directiva de la Delegación
Estatal en Veracruz del Conservatorio Nacional de Historia y Civismo,
cuya composición quedó integrada de la siguiente manera:
DELEGADO
ESTATAL.- Lic. Horacio Alberto Parres Brillard.- Licenciado en Derecho con Maestría en Derecho
Laboral. Asesor Legal de los Sindicatos Portuarios de Veracruz en materia de
seguridad social.
SECRETARIA DE
ACTAS Y ACUERDOS.—Lic. María Anaís Flores.- Licenciada en Derecho, abogada postulante con Maestría en Juicio de
Amparo y Derecho Laboral. Correo electrónico: jesuscrist_ana@hotmail.com
TESORERO.- C.
José Luis Jiménez Jiménez.- Ex
tesorero del Sindicato de Estibadores Portuarios.- Correo electrónico pepeluis_5491q@hotmail.com
VOCAL.- Maestro Leonardo”Nayo”
Mijangos.- Maestro en el arte de la
transformación de material reciclado en obras de arte inspiradas en la História
Nacional, e historia y tradiciones del Estado de Veracruz.
DELEGACIÓN
EN LA CIUDAD Y PUERTO DE VERACRUZ
SUBDELEGADA
REPRESENTANTE.- Lic. Selene Pabola Flores.- Licenciado en
Derecho, abogada postulante, con Maestría en Educación, titular de la cátedra
de Derecho Administrativo, Procesal y Notarial en la UPAV. Correo electrónico selenapabola@hotmail.com
VOCAL.-
Prof. Fidel Medina Delfín.-
Licenciado en Ciencias Sociales y en Antropología. Actualmente se
desempeña como supervisor escolar de primarias federales
VOCAL.- Lic.
Isaías Hernández y Candanedo.-
Profesor de Educación Primaria, Cuenta además con una licenciatura en el idioma
inglés. Actualmente se desempeña como Director de Escuelas Primarias Federales.
DELEGACIÓN
BOCA DEL RIO
SUBDELEGADO
REPRESENTANTE.- Dr. Melchor Ku Peraza.- Doctor en Ciencias Pedagógicas con Maestría en Tecnología Educativa.
Licenciado en Educación Media. Profesor de Educación Primaria Federal.
Actualmente se desempeña como Supervisor Escolar de Educación Primaria Federal.
Correo electrónico
kuperaza155@hotmail.com
VOCAL.- Dra.
Graciela Olvera.- Premio a la
SUPERACIÓN CIUDADANA 2013 en Veracruz y distinguida Toastmaster
Internacional. Tel. 922 – 06 – 33 y correo electrónico doctoragracielaolvera@yahoo. com
VOCAL.-
Ing. Othón Marcelo Ronzón.- Maestro
de la Academia Estatal de Policía del Estado de Veracruz, Ex Subdirector
Regional de la Policía del Estado de Veracruz, Director de Gobernación en el
Municipio de Boca del Rio de 1995-1997, Toastmaster International Capacitador
certificado.
Correo electrónico ronzon2@hotmail.com
COMENTARIOS.
¡Dios agarre
confesados a los veracruzanos!.- Dicen
por allí que el senador Héctor Yunes Landa se ha vuelto codiciado y codiciable
como candidato a gobernador de Veracruz y que busca lograr alianzas como
candidato “independiente” con el PRD, el PAN, el PES, Movimiento
Ciudadano y en un descuido con lo que resta del PT, además del AVE y el
PANAL que también pueden postularlo para que le meta mano al erario en la
próxima gubernatura por dos años y todos cobijados por el INE sigan
chupando de la ubre presupuestal.- Arq.
Guillermo Costecho.
FELICITACIÓN
Nuestro
dilecto amigo Arturo Matiello Canales, Rector de la Universidad de las
Naciones y Presidente de la Asociación de Consejos de Participación Cívica A.C.
logró una vinculación con la Secretaría de Gobernación (SEGOB) para extender
por todo el país su Proyecto de Comunidades seguras.
Originario de
Veracruz, Mattiello Canales buscó en múltiples ocasiones y mediante diversas
vías que este programa, que impulsa el Instituto Karolinska para crear
mecanismos que lleven la instauración de comunidades seguras, se implantase en
Veracruz, pero nunca tuvo el apoyo gubernamental del barrilito de tepache, más
ocupado en tapar su desfalco, que preocuparse por la seguridad de las
comunidades.
Sin embargo,
cuando planteó el proyecto al gobierno federal, de inmediato comenzaron a
moverse las instancias necesarias para crear esta vinculación con la SEGOB, en
la que el Subsecretario de Prevención del Delito y Participación Ciudadana,
Arturo Escobar y Vega expresó su interés en concretar acciones que permitan
extender el Proyecto Comunidades Seguras, a las zonas más conflictivas del
país.
La Asociación
Nacional de Consejos de Participación Cívica A.C. es un organismo afiliado al
Instituto Karolinska de Estocolmo, Suecia, líder mundial de este movimiento y
centro colaborador de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ; también
promotor del trabajo coordinado entre instancias de gobierno y la sociedad, y
colaborador del Instituto CISALVA de la Universidad del Valle, centro
certificador para Latinoamérica y el Caribe en la promoción de
Comunidades Seguras.
Interesados en contactar con el Lic. Arturo
Matiello Canales pueden hacerlo a través del correo electrónico arturomattiello@hotmail.com
PICADAS JAROCHAS.
A PROPOSITO DE CUBA.
Oiga compadre, con eso de
que el Barack Obama y el Papá Panchito fueron a Cuba ¿usted sabe que le pasa a
un cubano si se le poncha la llanta?
No compa, ¿qué le pasa?
Pos se ahoga compadre, se ahoga
LA DEVASTACIÓN DEL PEZ LEÓN - PARTE I
Recuerdo con claridad la
primera vez que fui embrujado por un pez león. Visitaba un acuario el día de mi
cumpleaños número nueve y, desde que mis ingenuos ojos descubrieron ese
contorno arlequín con abanicos en lugar de aletas, me quedé pasmado.
Se trataba de un ser
marino como ningún otro que yo hubiera visto, decenas de proyecciones radiales
y espinosas se disparaban en torno a un cuerpo como de porcelana. Una especie
de puercoespín acuático majestuoso e imponente. Tan distinto a los de su clase
que parecía que tenía plumas. Sin embargo, lo más hipnotizante de aquel ser no
era el delicado patrón negro y blanco que lo recubría, sino su forma de
permanecer completamente estático sobre la columna de agua. Suspendido,
ingrávido. Tal era su quietud que bien podría haberse tratado de una
alucinación. Después mi atención cambió por un momento a la placa de metal que
enmarcaba el cristal, al leerla comprobé con emoción que la fascinante bestia
también era venenosa.
Muchos años después volví
a caer presa de aquella emblemática criatura de silueta irregular, pero, en
esta ocasión, dentro de su medio silvestre. Me encontraba al sur de Cozumel
buceando en un barranco oceánico cuando se me presentó la visión.
Aproximadamente a veinte
metros de profundidad me encontré con dos grandes peces león flotando inmóviles
encima de un gran montículo de corales morados y amarillos. Su actitud era como
la de un sultán sobre su trono. Recorrían la superficie rugosa del arrecife con
la mirada vigilando recelosamente el terreno; daba la sensación de que el área
les pertenecía, que ése era su reino.
Me acerqué un poco más.
Para mi sorpresa ni se inmutaron. Simplemente cambiaron de flanco, rotaron
sobre su propio eje, y me encararon con aire altivo. Eran animales
impresionantes y la combinación de colores que les rodeaban casi demasiado
estética.
Fue en ese instante que el
guía se aproximó ágilmente por mi lado derecho y con destreza notable atravesó
a uno de ellos con un arpón. El movimiento fulminante duró apenas unos
segundos. Una estocada limpia y certera que traspasó al animal de lado a lado.
Mi ensoñación se desvaneció de golpe. No tuve tiempo de comprender claramente
lo que estaba sucediendo. ¿Sería posible que en efecto el guía hubiera matado a
uno de los peces? ¿No se suponía que justo debería de ser al revés? ¿Que la
labor del buzo era proteger a la fauna?... El siguiente pinchazo me sacó de
dudas. El guía acababa de finiquitar al otro pez. Luego los ensartó con precaución
en el fierro y se los llevó a la superficie.
Ya en la lancha no pude
esconder mi desconcierto. Algo molesto le pregunté al guía de qué se había
tratado todo eso. Me contestó que era su modesto esfuerzo por intentar salvar a
Cozumel del desastre que azotaba al resto del Caribe: la brutal invasión del
pez león. No lo sabía entonces, pero el felino escamoso es culpable de una de
las peores debacles ecológicas que se tengan registro.
Los llamados peces león
pertenecen a la familia de los peces escorpión o Scorpanidae para ser más
formales. En dicha familia se agrupan los nadadores más venenosos del mundo.
Comprende un total de 207 especies tropicales divididas en 26 géneros. La
mayoría ostentan coloración y anatomía peculiares, con crestas y espinas
prominentes, aletas en forma de abanico y patrones intrincados. Algunos de sus
representantes figuran, sin duda, dentro de los organismos marinos más hermosos
que existen y dos de ellos también se enlistan como los peores invasores que
las aguas del nuevo mundo hayan tenido noticia.
Las especies en cuestión
son Pterois miles y Pterois volitans, ambas
referidas comúnmente como pez león, y debido a que presentan características
biológicas y ecológicas similares y exhiben comportamientos e impactos sobre el
medio semejantes, para fines de este texto no haremos mayor distinción entre
ellas. Sus áreas de distribución natural son sumamente extensas, P. miles es
originaria del Pacífico índico (encontrándose desde la costa oriental africana
hasta Tailandia) y P.
volitnas es oriunda de los mares indonesios (desde Corea hasta
Australia).
Llegan a medir entre
treinta y cuarenta centímetros de largo y a pesar poco más de un kilo. Su
esperanza de vida ronda los quince años de edad. Habitan a lo largo de toda la
columna de agua, bajando en ocasiones a profundidades mayores a trescientos
metros, y se les ha encontrado en diversos hábitats marinos que incluyen:
arrecifes de coral, manglares, pastos de algas, zonas rocosas, naufragios y
arenales. Son territoriales, elijen una cueva o grieta como morada y claman un
área a su alrededor para sí mismos. Desde los años cincuenta figuran como una
de las especies más populares dentro del mundo de la acuacultura. Quizás en
parte porque son organismos resistentes y toleran cambios en la salinidad se
han adecuado fácilmente al cautiverio. Es común encontrarlos en acuarios y
tiendas de mascotas, y son un clásico de las peceras de restaurantes, hoteles y
películas de yakuzas japoneses.
Cuentan con 18 espinas
venenosas repartidas alrededor del cuerpo que utilizan como método de defensa.
La toxina que inyectan es poderosa. Aunque no resulta letal para el ser humano,
aquéllos que han sufrido su picadura describen el dolor como uno de los más
agudos del reino marino; eclipsando al producido por las rayas e incluso al de
las medusas. Chaac Say, un pescador y guía de turismo de la zona de Punta Allen
en la reserva de Sian Ka’an, cuenta que, tras la descarga, su brazo se hinchó
brutalmente por dos días y que dolor era tal que consideró amputarse la
extremidad. Quizás fuera de contexto esto suene un tanto exagerado, pero es que
los analgésicos no ayudan mucho y el tormento no cesa de intensidad durante las
largas horas que se prolonga su efecto.
Componentes de la tragedia
Los peces león son
carnívoros generalistas, se alimentan de una gran cantidad de peces pequeños,
crías de peces grandes, pulpos, calamares, caballitos de mar, langostas,
camarones y otros crustáceos (análisis estomacales han revelado que consumen
más de setenta especies distintas). Son depredadores voraces y poco selectivos,
se comportan como una especie de aspiradora viviente que succiona la
biodiversidad marina a mansalva, todo organismo que se ajuste al tamaño de su
boca será una merienda viable, con el agravante de que debido a que se trata de
una especie introducida, los animales que devora no lo reconocen como un
depredador potencial y por consiguiente no huyen ante su presencia. Al
contrario, muchos peces pequeños interpretan la silueta espinosa como un
posible refugio, acercándose ingenuamente a su muerte.
Se ha comprobado que un
solo ejemplar de pez león puede llegar a consumir hasta veinte presas en media
hora. Y se calcula que en tan solo cinco semanas este individuo tiene la
capacidad de acabar con todos los peces juveniles de la cabeza de coral donde
habita y hasta el noventa por ciento de la fauna local. Tal es su efecto sobre
los ambientes arrecífales caribeños y del Atlántico cálido-templado que ha
invadido que ya se le considera como la peor amenaza del siglo 21 para dichos
ecosistemas.
Si sumamos a su apetito
insaciable el hecho de que estas fieras cuentan con una tasa de reproducción
muy elevada, entonces comenzamos a acariciar la punta del iceberg del conflicto
y a comprender por qué su presencia en ambientes donde resultan exóticos es tan
alarmante. Son organismos de crecimiento rápido, alcanzan la madurez sexual con
apenas un año de vida y desde ese momento cada hembra puede llegar a depositar
hasta treinta mil huevos por puesta, lo que en condiciones favorables puede
suceder cada cuatro o cinco días, es decir un total de dos millones de huevos
anuales; rasgo que los convierte en contendientes dignos al título del
procreador más rápido de la cuenca del Atlántico occidental.
En su área de distribución
natural diversos factores controlan la población de estas pequeñas bestias,
pero en ecosistemas donde no son nativos tales variables no entran en la
ecuación y la especie atraviesa por una explosión demográfica sin precedentes.
Sin depredadores que los cacen y parásitos o patógenos que los ataquen sus
números incrementan considerablemente. Se estima que la densidad de individuos
en algunas zonas del gran Caribe es hasta doscientas veces mayor que en su área
de distribución natural. En Bahamas, por ejemplo, donde la invasión ha
alcanzado sus alcances más fulminantes, se han reportado cuatrocientos
ejemplares por hectárea, mientras que en los arrecifes asiáticos lo normal es
una densidad de entre doce y veinte individuos para la misma superficie.
El desastre ecológico
implicado en la invasión es potenciado tremendamente por el estado actual de
los arrecifes del Caribe y Atlántico, los cuales distan mucho de encontrarse en
condiciones óptimas. Se ha observado que algunos tiburones y Meros de buen
tamaño llegan a comer peces león, sin embargo, debido a la sobrepesca la
presencia de este tipo de fauna es cada vez más escasa. Lo que ha dejado a los
peces león libres de presión para colonizar el nuevo entorno a placer.
Mapa de la invasión.
El comienzo de la debacle
Existen distintas teorías
sobre cómo se inició la catástrofe. La más fundamentada estipula que fue en el
año de 1992 cuando los invasores tocaron por primera vez aguas americanas. Es
posible que debido al huracán Andrew,
que azotó la costa de sureste de Estados Unidos, algunos ejemplares
consiguieran fugarse de los tanques de acuario destrozados por el temporal, y
escapar hacia la bahía. También podría ser que unos cuantos individuos fueran
liberados de manera voluntaria por personas irresponsables que los mantenían
como mascotas y que decidieron estúpidamente devolverlos al mar; operación
denominada posteriormente como Efecto
Nemo. A lo largo de la historia casos como éste se han suscitado
con distintas especies, como, por ejemplo, los pitones burmeses, Python molurus bivittatus,
en Los Everglades, que a partir de unos cuantos pies de cría liberados
ingenuamente por sus dueños invadieron los pantanos; los números de estas serpientes en Florida hoy
en día superan los diez mil ejemplares.
Otra teoría propone que el
lastre de los barcos juega un papel fundamental en la diseminación de especies
marinas exóticas. Los grandes navíos succionan cantidades industriales de agua
para utilizarla como contrapeso, arrastrando consigo animales de todo tipo y
sus huevecillos. Líquido que es transportado dentro de las esclusas de las
embarcaciones y después liberado a miles de kilómetros de distancia. Operación
que funge como un vector importante de propagación.
Lo que es seguro es que
alrededor de mediados de los noventa los primeros pioneros de pez león
comenzaron a asentarse sobre toda la costa de Florida. Emigrando posteriormente
hacia las antillas y de ahí al total del Caribe. Hoy en día se encuentran
plenamente instalados en numerosos países que incluyen: Estados Unidos, México,
Aruba, Bahamas, Bermudas, Honduras, Costa Rica, Panamá, Nicaragua, Costa Rica,
Cuba, Colombia, Venezuela y el resto de las antillas mayores. Y se pronostica
que pronto alcance Guyana, Surinam y Brasil.
En México se ha registrado
su presencia en toda la Riviera Maya, no obstante, aún no penetran en el Golfo
por completo; por lo que todavía se podría albergar la esperanza de frenar, al
menos un poco, su rotundo avance.
Para finalizar esta
primera entrega sobre el pez león en Distrito Feral aquí un video de lo
acontecido en Colombia:
LA DEVASTACIÓN DEL PEZ LEÓN – PARTE 2
La tercera vez que
observé el perfil puntiagudo y marmoleado de un pez león nadar ante mis ojos ya
no me dejé embelesar por su majestuosa figura. Estaba consciente de que bajo
aquel sugestivo disfraz se escondía una pesadilla biológica, que sus delicadas
aletas en forma de pluma resguardaban espinas venenosas y que la aparente
pasividad inmóvil del organismo era tan solo un espejismo. La bestia invasora
me devolvió la mirada completamente quitada de la pena; ahora se notaba en su
semblante un componente casi altanero.
Me encontraba cerca de
Punta Allen, Quintana Roo, acompañando a algunos integrantes del World Lionfish
Hunters Association (Asociación de Cazadores de Pez León) en una cacería
subacuática. Bueno, en realidad yo sólo sería capaz de presenciar la primera
parte de la inmersión, pues el buceo comprendía descender a profundidades
bastante mayores a los treinta metros; para lo cual es necesario contar con
equipo y entrenamiento especializado, ambos de los cuales yo adolecía en aquel
momento.
Saltamos al agua. Los
cazadores acomodaron sus armas: arpones, tridentes, guantes, linternas, redes y
botes, y ayudados por "rebreathers" (tanques diseñados para
recircular el aire que uno expulsa eliminando el CO2) y turbinas propulsoras se
enfilaron hacia la abismo. Su plan de buceo involucraba alcanzar los setenta
metros de profundidad y después ir subiendo lentamente realizando transectos
para eliminar a todo pez león que se cruzara en su camino. Antes de que los
centinelas se perdieran en la negrura del fondo alcancé a adivinar cómo
cobraban a sus primeras víctimas.
Escenas como ésta son cada
vez más comunes en lo largo y ancho del mar Caribe y del océano Atlántico, que
la especie ha colonizado.
Más leña a la hoguera
Seguramente habrá un par
de ecologistas radicales, del tipo que engrosan las filas de Green Peace, que
se opongan terminantemente a la medida de cacería del pez león, argumentando
que los animales no tienen la culpa. Y de alguna manera podrían tener un poco
de razón, las especies introducidas no son directamente responsables de los
actos que cometen; al menos no en principio. Después de todo, si no fuera por
la estupidez humana, estos peces no estarían a miles de kilómetros de su casa
ocasionando una debacle zoológica. Pero menos culpables aún son todos los
organismos que se ven afectados por la intromisión repentina de este
maquiavélico depredador en ecosistemas de donde no es oriundo. Pagan justos por
pecadores y el precio es muy elevado; pudiendo llegar incluso a la extinción.
Así es que con el perdón
de los miembros ortodoxos de la sociedad protectora de animales, la verdad es
que en el presente caso (igual que en muchos otros que han lidiado con
problemas concernientes a especies introducidas, por ejemplo, cabras en las
Galápagos, sapos en Vietnam o gatos domésticos en Australia) no queda de otra
que intervenir y retirar de la ecuación a todos los ejemplares de estos
colonizadores exóticos que sea posible. Como dice el dicho: "Para
situaciones desesperadas, medidas desesperadas". Y lo cierto es que el
panorama que comienza a pintarse sobre las costas invadidas es de proporciones
dantescas.
Si todo lo mencionado
en la primera entrega de
este reportaje no ha probado ser materia suficiente para asentar el atroz
contexto que tenemos entre manos y elevar la sirena de alerta hasta su máximo grado,
agreguemos dos caracteres más al monstruo. Quizás con ello, la cuestión de si
matar al pez león es un acto justificable, y hasta necesario, quede resuelta.
La primera de estas
virtudes intimidantes tiene que ver con la tolerancia que muestran los individuos
de la especie a cambios en la salinidad del agua. O para ser más claros, la
habilidad que tienen para adecuarse a distintos entornos acuáticos. Para muchos
organismos marinos la salinidad del agua opera como un factor determinante, una
especie de frontera abiótica que delimita las zonas en las cuales pueden o no
habitar. Sin embargo, existen algunos para lo que esto no aplica; seres
oceánicos con una notoria capacidad de osmorregulación que gozan de la
posibilidad de penetrar también en medios salobres y hasta dulce acuícolas. Y
tal parece ser el caso del protagonista de esta historia.
No es un comportamiento
que se haya observado en su área de distribución natural, pero recientemente en
Florida se han registrado avistamientos de ejemplares a más de ocho kilómetros
de la costa en ambientes estuarinos con salinidades menores a ocho partes por
mil (para referencia la salinidad del mar es en promedio de treinta y tres
partes por mil). Motivo de preocupación, pues los estuarios, como son las zonas
de manglares, fungen como guardería para miles de especies distintas, lugar
estratégico donde las crías nacen y se desarrollan. Esto sugiere que aún no
hemos visto lo peor de la invasión y que pronto el pez león podría estar
destruyendo, además de los arrecifes de coral, uno de los hábitats más
importantes del planeta para la biodiversidad marina.
El segundo don, tan
milagroso como desconcertante y que agrava tremendamente la cuestión, es la
resistencia que estos animales muestran a periodos extensos sin alimento. En
condiciones de laboratorio se ha reportado que después de tres meses de
privación total del sustento, los organismos estudiados apenas pierden diez por
ciento de su peso corporal.
El nudo se cierne sobre la
sociedad
El impacto ecológico
ocasionado por la llegada de este pez al nuevo mundo es, sin duda, el que a los
biólogos perturba más. No obstante, está perdida trepidante de biomasa acuática
conlleva también otras consecuencias graves. Catástrofes de índole social con repercusiones
políticas serias. Golpes poderosos sobre las actividades mercantiles que
dependen de la fauna regional. Alteraciones al sistema que ocasionan problemas
severos para la subsistencia de las comunidades costeras y la economía en
general.
El primer y más evidente
efecto es el que se registra con relación a las pesquerías locales. Ya sea
porque el pez león consume directamente a los juveniles o porque figura como
competencia eliminando a las posibles presas de otros depredadores, las
poblaciones de numerosas especies importantes para el mercado se están
reduciendo aceleradamente. Langostas, camarones, cangrejos, lenguados, atunes,
robalos, meros y pargos, por mencionar solo algunos ejemplos de las industrias
que comienzan a colapsar en las áreas afectadas.
Pero quizás aún más
apremiante sea la cruenta situación que comienza a presentarse en miles de
pequeños poblados de pescadores rurales, donde la seguridad alimenticia se está
viendo fuertemente truncada. Estas personas dependen casi exclusivamente de lo
que atrapan para poder sobrevivir y sin el aporte proteico de los suministros
marinos su subsistencia es completamente inviable.
Los otros dos efectos
mayores sobre la economía son los que se registran con respecto a las
actividades turísticas. Para ser más específicos, el impacto que el pez león ha
tenido sobre el buceo y la pesca deportiva.
Los antes ricos arrecifes
del gran Caribe han sido reducidos a páramos semiestériles. Algunos de los
sitios más destacados para el buceo a nivel mundial han sido despojados de su
biodiversidad y abundancia de criaturas llamativas. La pesca de marlin, pez
vela, dorado y otras especies recreativas ha sido afectada enormemente. El
resultado es que miles de turistas cambien su elección de destino y dejen de
inyectar capital a zonas que no tienen otra forma de ingreso. Peligran hoteles,
restaurantes, centros de buceo, embarcaciones de pesca deportiva, empresas de
transporte y los ingresos de todos sus trabajadores: cocineros, meseros,
choferes, masajistas, artesanos, médicos, guardias y jardineros. Esto es una
realidad que puede ser ya observada en lugares como Cozumel, Cuba, Bahamas,
Islas de Honduras, Islas Caimán, Belice, República Dominicana, Jamaica y el
resto de las Antillas.
Según datos
del Centro Regional de Actividad para las Áreas y las
Especies, suman aproximadamente cuarenta millones las
personas que son afectadas directa o indirectamente por la injerencia del pez
león; cifra que, si no se toman medidas con relevancia internacional de manera
inmediata, amenaza con incrementar rápidamente.
Plan de acción
De cierta manera la
batalla contra el pez león es similar a lo que acontece actualmente con
relación al calentamiento global, estamos ante una guerra perdida de antemano.
No importa lo que hagamos de aquí en adelante, al final del día, la derrota
será inevitable. En ambos casos la suerte está echada. Nuestros actos pasados
conllevan consecuencias presentes y futuras de las que ya no es posible escapar.
Es necesario confrontar el
hecho de que el pez león nunca podrá ser erradicado por completo de las costas
que ha invadido. Debido a su taza de reproducción extrema, poca selectividad en
la dieta, alta tolerancia a cambios en el medio, gran capacidad de adecuación y
a que habita desde los 0.3 hasta los más de trescientos metros de profundidad
deshacerse totalmente de su presencia es una empresa imposible.
En este caso el
colonizador llegó para quedarse.
No obstante, tampoco se
trata de tirar la toalla. Cientos de ecosistemas estarían en juego, miles de
seres marinos enfrentarían grave peligro de extinción y millones de personas
más verían en riesgo su seguridad económica y alimenticia.
¿Pero si aniquilar al invasor
es una labor titánica que definitivamente ya no está al alcance de nuestras
manos, qué podemos hacer para confrontar la situación?
Una posible respuesta es
poner al temible pez bajo la mira de un ente con capacidades de devastación
bastante más poderosas. Una bestia cruenta y voraz que no se detiene ante nada.
El más terrible de todos los depredadores que hayan caminado jamás sobre la faz
de la Tierra. Un organismo despiadado, sanguinario e imposible de saciar.
Estamos hablando, claro está, de la carne consciente, el mono parlante. El
brutal, efectivo, dedicado y siempre hambriento Homo sapiens.
La fiera invasora sobre la
mesa
Desde hace algunos años en
restaurantes alrededor de América se está intentando colocar al pez león como
un manjar novedoso. Da la casualidad de que la carne blanca de este organismo
es particularmente sabrosa, más rica que otras especies comunes en el mercado
en ácidos grasos omega-3 y con bajas concentraciones de plomo y mercurio. Se
puede preparar en ceviche, a la brasa, sashimi, caldos o cualquier otro guiso
que involucre pescado como su componente proteico. Además presentan pocas
espinas y en sitios donde ya se ha colocado en el menú el precio que se paga a
los proveedores por su captura es más que competitivo.
El único problema es que
su pesca representa un reto. No suelen morder el anzuelo, por lo que es
necesario cazarlos uno por uno con arpón o instrumentos afines. Lo que ocasiona
que, por lo pronto, el costo-beneficio para mucho pescadores no represente una
actividad atractiva. Y por supuesto que el factor de una posible picadura
dolorosa no ayuda mucho a incrementar su popularidad.
Sin embargo, convertirlos
en merienda habitual quizás sea la única manera de hacer frente a la brutal
invasión. Resulta imperante que los gobiernos locales atiendan esta cuestión,
brindando fomentos para la pesca masiva del colonizador. En algunos lugares
como Cozumel se ha instaurado el concurso anual de pesca del pez león y en
centros de buceo de las Antillas los guías reciben una propina por cada uno que
capturen.
Si bien la batalla a nivel global está perdida, quizá
la explotación regional pueda surtir efecto para controlar su proliferación y
prevenir que no se asiente en nuevas geografías. Porque lo cierto es que en las
áreas afectadas que los cazadores y pescadores mantienen regularmente limpias
de pez león se puede notar una repoblación de peces nativos y otras criaturas
marinas. Pero como dicen los miembros del World Lionfish Hunters Association:
"Nos estamos quedando sin tiempo, nos acercamos peligrosamente a un punto
de inflexión en el que nuestros ecosistemas marinos ya no puedan
recuperarse".
¡QUE TENGAN UN
BUEN DÍA!
Comentarios y sugerencias al correo edwin_coronaii@hotmail.com