La potente voz el barítono coatzacoalqueño y la
música jarocha, hicieron vibrar a los cordobeses.
Córdoba, Ver.- La música
jarocha y la imponente voz de Genaro Sulvarán hicieron vibrar el teatro Pedro
Díaz la noche de este jueves, al presentar el espectáculo “Arpa y Voz”,
obsequiando una velada de nostalgia inolvidable para los cordobeses.Alberto de la Rosa, fundador y director artístico, derrochó su talento una vez más, con acordes perfectos en su arpa; el escenario fue suyo y el agradecimiento del público también.
No hubo un solo espectador que no retribuyera la grandeza del músico veracruzano con sonoros aplausos y ovación de pie, igual ocurrió con Genaro Sulvarán que supo provocar los sentimientos de los cordobeses, con un repertorio ampliamente conocido por los mexicanos.
Los acordes del arpa de don Alberto de la Rosa, la jarana, guitarra y bongos de Tlen Huicano fueron el acompañamiento perfecto para la tesitura del barítono Genaro Sulvarán, quien ha participado al lado de los grandes de la ópera en escenarios como Nueva York, fue generoso con los cordobeses a los que complació con temas como Granada, Júrame, Veracruz, La Bruja, El Bajalú, Bésame Mucho, Serenata Huasteca, Amapola, entre otras que recordaron a José Alfredo Jiménez y Agustín Lara.
El oriundo de Coatzacoalcos, considerado en Europa como poseedor de una de esas raras voces de barítono pleno, de timbre denso, profundo y oscuro, abrió telón en la tercera noche del Festival Emilio Carballido en Córdoba, con música romántica en su primer bloque, y para cerrar obsequió Veracruz y los sones La Bruja, El Cascabel y El Bajalú, donde guardó su voz en claro respeto al talento de don Alberto de la Rosa.
La figura de Alberto de la Rosa, fundador de Tlen Huicani, ocupó el escenario, sus notas acapararon los sentidos y arrebató las ovaciones del público.
De la Rosa demuestra con creces el gran talento que lo ha llevado a los mejores escenarios del mundo y a ser reconocido como uno de los máximos exponentes de la música veracruzana y el público cordobés supo retribuírselo, en una noche nostalgia, mágica y de mucho sabor jarocho.