CLAROSCUROS
México, Veracruz: burla y tragedia, sueños y
pesadillas
José Luis Ortega Vidal
Durante el pasado
mes de Julio -séptimo en el calendario gregoriano- ocurrieron una burla y una
tragedia que, amén de sacudir a la sociedad mexicana y desatar reacciones de
opinión y presión internacionales, implican consecuencias políticas muy locales
pero de peso.
La fuga de “El
Chapo” Guzmán del penal del altiplano, ocurrida el sábado 12 de julio, enterró
el sueño presidencial de Miguel Ángel Osorio Chong, un Secretario de
Gobernación que debió ser separado del cargo o renunciar por elemental dignidad
pero nada de eso sucedió porque en México la dignidad es –en el mejor de los
casos- una palabra que se utiliza en los discursos demagógicos y en algunas
ceremonias de bautizo acompañadas de visitas al Registro Civil.
En algún lugar del
planeta -o de México para no ir tan lejos- Joaquín Guzmán Loera debe estar
dialogando sobre temas de trabajo con sus socios y empleados del crimen
organizado, al tiempo de intercambiar chistes sobre Enrique Peña Nieto, la DEA,
el sistema carcelario mexicano, nuestra triste y patética circunstancia
política y en general sobre el país en el que le tocó nacer, donde se hizo
narcotraficante y donde se convirtió en una celebridad lacerante: la de ser un
multiasesino y narcotraficante más poderoso que el Estado.
La tragedia, por su
parte, ocurrió el 31 de julio en la colonia Narvarte del Distrito Federal.
A tres semanas del
asesinato del periodista Rubén Espinoza, la activista Nadia Vera, la joven maquillista
Yesenia Quiroz; la modelo de origen colombiano Mile Virginia Martín y la
trabajadora doméstica Olivia Alejandra Negrete, a la fecha: sólo hay un
detenido como presunto cómplice, se ha identificado a dos presuntos co-autores
materiales del quíntuple crimen y se desconoce una hipótesis oficial que
convenza –con pruebas fehacientes- sobre lo ocurrido realmente en el
departamento 401 de la avenida Luz Saviñón número 1909.
Hay una
investigación en curso y al paso de los días crecen la incertidumbre, la falta
de confianza en las autoridades y el temor por encontrarnos, una vez más, ante
un drama sin revolver en un país lleno de tragedias y cuasi vacío de
soluciones.
Se ha regado mucha
tinta sobre estos hechos.
La lectura más
abordada plantea una hipótesis de motivos políticos en torno al asesinato.
Concretamente, se
ha escrito y hablado todo lo que cada quien, en México y otros países, ha
querido escribir o decir sobre el tema y muchos planteamientos aterrizan en la
plataforma de un ataque a la libertad de expresión como origen y final de esta
historia atroz.
En concreto, la
investigación judicial sigue, los interrogatorios en el Distrito Federal y en
Veracruz –escenario circunstancial del crimen porque meses atrás dos víctimas
acusaron haber sido amenazadas en la entidad- continúan y las hipótesis se
contraponen en el día a día; tan débil una como la otra.
Ni la Procuraduría
General de Justicia del Distrito Federal demuestra que se trató de un robo que
devino brutal multiasesinato, ni los denunciantes de un crimen político exhiben
las pruebas contundentes de su dicho.
Paciencia de Job y
confianza en el tiempo para terminar de escuchar todas las versiones, recabar
hasta la prueba posible, agotar las instancias necesarias, recorrer absolutamente
todas las líneas de investigación reclamadas, procurar y aplicar Justicia sin
un error que nos conduzca a más horror del que ya vivimos cada día en un país
herido por todos los rincones de su piel.
No hay más:
paciencia y tiempo prudente o abono al caos y al terror.
Ambos elementos no
implican bajar los brazos, ni entregarnos al olvido, ni dejar de exigir
justicia caiga quien caiga, ni dejar de reclamar desde todas las trincheras
posibles que los autores de este crimen y los secuestros y los asesinatos de
que somos testigos día con día, cesen ya y sean detenidos y juzgados.
Sigo convencido de
que la verdad tarda pero se construye, la justicia es lenta pero se aplica y
las consecuencias se viven o padecen por más que el autor material o
intelectual se meta en el más lejano de los escondrijos.
Dicho sea de paso,
si a nivel nacional la burlesca fuga del chapo enterró el sueño político de
Miguel Ángel Osorio Chong, en Veracruz la tragedia de la colonia Narvarte
rompió de tajo el plan perverso de un tercer gobierno –de dos años- al que
seguiría un cuarto –de seis años- de un grupo de poder tan insaciable como
nefasto cuyo sueños –igual que en el caso del hidalguense- representarían para Veracruz
unas auténticas pesadillas, tanto financieras como políticas.