Rúbrica
Acoso
y violencia en la UV
Por
Aurelio Contreras Moreno
De manera más que somera se ha abordado en
los medios de comunicación locales un tema a todas luces preocupante por la gran
carga de violencia que lleva implícita: el acoso en contra de estudiantes
dentro de la Universidad Veracruzana.
A finales del mes de octubre, se llevó a cabo
un acto denominado “Caravana contra el acoso escolar y el hostigamiento sexual”
en el que se denunció esta situación de la que son víctimas, sobre todo, las
alumnas de varias facultades de la casa de estudios por parte de académicos y
de personal administrativo, aunque los hombres tampoco están excluidos,
especialmente si expresan abiertamente tener preferencias homosexuales.
A través de pancartas colocadas en un
tendedero en facultades como la Derecho, las estudiantes denunciaron la manera
como están expuestas a agresiones verbales del tipo “eres un útero con patas”,
“con ese escote me provocas” o “huelo la menstruación” por parte de sus propios
maestros, que aprovechando su condición jerárquica de poder se comportan con
impunidad, aun y cuando en algunos casos han sido denunciados ante las
autoridades universitarias, las cuales, afirman las víctimas, terminan
protegiendo al agresor y llamando a la “conciliación” de las partes. Incluso,
obligándolas a continuar interactuando con éste en el mismo espacio.
La reacción a este acto, que buscó hacer
visible dicho problema ante la comunidad universitaria, fue virulenta. Las
organizadoras acusaron haber recibido amenazas de represalias por parte de
maestros y maestras, y hasta se les exigió “disculparse” por exhibir la
conducta de quienes, a través del hostigamiento sexual, “refuerzan” su
“virilidad”.
No solo las estudiantes están expuestas a
esta situación. También las académicas y las mujeres que desempeñan tareas
administrativas o bien liberan su servicio social. Quien esto escribe conoció
de un caso en un organismo en el que una joven fue acosada de manera atroz por
un trabajador sindicalizado, pero que ante la dificultad para hacer que una
denuncia prospere y el riesgo en el que se sentía, prefirió abandonar su labor.
A la ineficaz respuesta de las autoridades
universitarias –a las que las agraviadas acusan de ser, por lo menos, omisas- también
hay que añadir la presión que ejercen los sindicatos, tanto de académicos como
de personal administrativo, para impedir que las denuncias logren su cometido
de castigar la violencia que se ejerce, al parecer, sin ningún problema dentro de
la institución universitaria, pues operan como verdaderas mafias que se
protegen entre sí.
En cambio, las víctimas reciben una dosis
doble de violencia: al ser acosadas y hostigadas, y al terminar en la
indefensión personal y jurídica por la deficiente atención y la nula protección
que reciben de parte de las autoridades universitarias.
No basta con que se denuncien los actos de
violencia. Es necesario que a las víctimas se les dé acompañamiento, asesoría
jurídica e incluso psicológica, y sobre todo, que se les brinden garantías
sobre su integridad personal.
En un estado como Veracruz, que es el número
uno del país en cuanto a feminicidios, denuncias de esta clase deberían ser
materia de atención inmediata y prioritaria. Pero por desgracia, se acostumbra
reaccionar hasta que el daño está hecho. Y generalmente, nadie paga por ello.
Twitter: @yeyocontreras