El engaño de la automotriz alemana fue un golpe a
su credibilidad y le costó el puesto a su presidente ejecutivo. Hacer trampa en
las pruebas de emisiones, probablemente, va a arruinar los negocios
estadounidenses de la compañía.
Rick
Noack / The Washington Post / El Economista
Foto: Reuters |
En
algunos países, cuando las grandes empresas fallan, hay cierta alegría malsana
entre los medios de comunicación y gran parte del público.
No así en
Alemania —al menos no en estos días—. Cuando se supo la noticia de que
Volkswagen, el gran fabricante de autos del país, había equipado al menos 11
millones de vehículos con dispositivos para engañar las pruebas de emisiones,
había una innegable sensación de vergüenza.
ARD llamó
la debacle como el “peor escenario” para la compañía automotriz, mientras que
el periódico Die Welt especuló acerca del final de la era de los combustibles
diésel debido a la crisis y cubrió los últimos avances en un blog en vivo
titulado Thriller en VW.
De hecho,
éstos fueron titulares a los que los alemanes no están acostumbrados: el
escándalo ha tocado una fibra sensible poco común en el país. ¿Qué salió mal?
¿Y quién es el responsable?
Sorprendentemente,
la respuesta a esa pregunta no es tan clara como parece. Por supuesto, los
medios de comunicación alemanes se apresuraron a culpar al director ejecutivo
de VW, Martin Winterkorn. “Por qué Winterkorn se debe ir”, el influyente diario
SüddeutschZeitung concluyó en un editorial publicado la noche del 22 de
septiembre. Pero otro artículo en el mismo periódico planteó dudas acerca de
quién era el culpable. “No hay certeza”, dijeron los autores.
Gran
parte de la agitación en Alemania puede ser explicada en términos económicos:
Volkswagen es la principal megaempresa del país en una industria que emplea a
millones, si se incluye a las personas que trabajan para el suministro de las
compañías. Tan sólo Volkswagen tiene cerca de 600,000 trabajadores en todo el
mundo y no sólo entre los empleadores principales en Alemania, sino también en
Gran Bretaña y otros países.
Hacer
trampa en las pruebas de emisiones, probablemente, va a arruinar los negocios
estadounidenses de la compañía y complicará su crecimiento internacional.
Muchos comentaristas alemanes esperan que los costos se eleven por encima de lo
que la compañía actualmente teme que tendrá que pagar.
Además de
los costos de Volkswagen, el escándalo también apunta a otra vulnerabilidad que
afecta a la industria alemana en términos más generales: La mayor parte del
reciente crecimiento económico de Alemania se debe a su fuerte industria de
exportación, lo que ha beneficiado en gran medida los tipos de cambio y el
crecimiento en los mercados emergentes, incluyendo China. Los esfuerzos de
Volkswagen para ganar un punto de apoyo internacional aún más grande podría
haber tentado a los ejecutivos a hacer trampa en lugar de invertir en una
opción un poco más costosa.
Aunque la
crisis de VW no es una catástrofe para la economía alemana hasta el momento, sí
hace hincapié en la medida en que muchos puestos de trabajo alemanes dependen
de la exportación de bienes. El país está experimentando una tasa de desempleo
históricamente baja, pero ¿cuánto tiempo más va a durar el paraíso económico de
Alemania?
La
reacción del país al escándalo no puede explicarse únicamente en cifras de
ingresos y pérdidas financieras. Lo que puede hacer el desastre mucho peor para
muchos alemanes es la falta de respeto que las acciones de VW muestran a sus
valores.
Se puede
considerar un cliché entre algunos, pero los alemanes, en efecto, se
enorgullecen de su precisión y la obediencia a las reglas —valores tanto
célebres como criticados en el extranjero.
Cualquiera
que haya visitado Berlín y otras ciudades alemanas, inevitablemente ha notado
el papel omnipresente de ambos.
Por
ejemplo, incluso cuando no hay coches a la vista, los peatones alemanes a
menudo se niegan a cruzar en un semáforo en rojo -simplemente porque es contra
la ley-.
Esta
obediencia a las reglas sin duda no ha pasado desapercibida en Europa: en un
estudio ampliamente citado a partir del 2013, la mayoría de las naciones
europeas encuestadas coincidieron en que el país más confiable del continente
era Alemania. (Aparte de eso, también fue considerado como uno de los países
más arrogantes y menos compasivos.)
A las
empresas alemanas les encanta hablar de la precisión y eficiencia en sus anuncios
en el extranjero. En un anuncio de Super Bowl transmitido el año pasado,
Volkswagen destacó aquellos aspectos: “¿Por qué no utilizar [precisión alemana]
para hacer un buen comercial de Volkswagen? Al aislar sus anuncios humorísticos
de mayor éxito, hemos desarrollado un algoritmo para hacer el comercial
definitivo para el gran festival de fútbol estadounidense. Vamos a ver”.
En el
clip aparecen entonces automóviles de Volkswagen con los objetos que
normalmente se consideran “estadounidenses” en el extranjero, tales como
hamburguesas, vaqueros o el signo @. “Oh, no me gusta eso”, dice entonces el
actor que representa a un ingeniero alemán de Volkswagen.
Resulta
que esos sentimientos pueden ser mutuos.
Rick
Noack escribe sobre asuntos internacionales y tiene su sede en Europa.