“Marta” vivió una pesadilla al lado de dos narcomenudistas en Guayaquil. Logró salir de ahí por su bien y el de su hijo. Ahora estudia para ser maestra
“Marta” se empezó a enamorar de un joven que era el líder de una banda de narcomenudistas en Guayaquil, Ecuador, desde que tenía unos 13 o 14 años de edad, “un chico que era bien duro con los pandilleros”, por lo que además del atractivo que sentía por él, Marta pensaba que si se volvía su novia rápidamente se convertiría en una persona popular entre el barrio. “Yo era adolescente y pensaba que andar con el más malo me haría popular".
Marta recordó cuando era la novia de un joven jefe narco. “Cuando andaba con él conocí a muchos pandilleros. Yo tenía amigos muy cercanos que no eran tan batracios (delincuentes). Me gustaba el rap, y algunas de esas personas a veces improvisaban. Nunca me gustó que hablaran de pistolas y de matanza. Me gusta el rap que habla de la vida, de lo que les pasó”, dijo en entrevista para la BBC.
Aunque la invitaron a formar parte de la pandilla, Marta no quisó, pero aún así seguía juntándose con ellos. “Esas cosas no me gustan porque en la pandilla hay reglas: hay que reunirse a las 8:00 de la noche, hay que hablar de ciertas cosas. Y yo no tenía tiempo porque estudiaba, mi papá no me dejaba salir”, detalló.
La pandilla que Marta frecuentaba es conocida como los “Latin King”. Cuando conoció y andaba de novio con el líder de la banda, éste tenía entre 18 y 19 años de edad. “Este chico decía que era mi novio porque me daba piquitos. Pero no es que me iba a la cama con él”, indicó. Sin embargo, la tensión que generaban las acciones de los miembros de Latin King, la fueron alejando paulatinamente del grupo.
Marta contó que en la pandillas siempre hablaban de pistolas y matanzas. Foto: Especial
“Me fui enojando. Incluso una vez fui llorando a pedirles que devolvieran los zapatos que le robaron a mi amigo del colegio. Les dije: '¿Por qué ustedes les roban las cosas si son personas que estudian?'”; además, se cansó de una de sus reglas que le prohibieron que tuviera amigos fuera de la pandilla, “yo soy muy amiguera. No me gusta que me digan lo que tengo que hacer”.
Marta no era de las personas que estaban en la pandilla que acostumbraban tanto a vender como a consumir drogas. Pero cuando cumplió 16 años, la joven mujer conoció al que se convertiría en el futuro padre de su hijo que ahora tiene 12 años de edad, pero aquel nuevo amor era parte de otra pandilla de narcomenudistas llamada “Los Ñetas”. “Parecía Daddy Yankee”.
La vida en familia con un narcomenudista
La nueva pareja tuvo a su bebé, por lo que Marta se salió de la escuela para cuidar al niño. “Ya no salía, y él no podía quedarse aquí porque gente quería pegarle. Él era un ñeta y esto era territorio de los Latin King". Las condiciones de vida empeoraron ya que la pareja de Marta era un “borracho” y cuando invitaba a otros pandilleros a su casa tenía la música a todo volumen mientras ella estaba encerrada en uno de los cuartos de arriba cuyo techo era tan bajo que tenía que andar con la cabeza agachada mientras trataba de dormir a su bebé.Marta recuerdó que vivía en una casa en pésimas condiciones. Foto: Especial
"¿Por qué, Dios? Vivía en una casa de piso de tierra y con el niño, lejísimos de aquí. Puro lodo, el baño no era ni baño, era un hueco, no podía ni hacer mis necesidades. Todos los fines de semana terminaban en botellazos y yo ahí metida. Él era un hombre irresponsable, la pasé mal. Pero dije: 'Esto es lo que me busqué y tengo que aceptarlo'", aseguró Marta.
Su pareja junto con uno de sus hermanos quien además era “muy adicto”, dijo Marta, salían a robar a las personas que acudían a trabajar desde las 5:00 de la mañana, usaban una motoneta para los atracos, mencionó. Sin a veces tener para comer, Marta y su familia iban a comer a casa de su abuela, quien siempre le decía: “Aunque pegue o mate, marido es”. Pero al ver que su esposo no conseguía empleo y seguía con sus vicios y ahora siendo un narcomenudista, Marte decidió abandonarlo para evitar que su hijo siguiera sus pasos.
Marta dejó al papá de su hijo y regresó a la escuela para ser una profesora. Foto: Especial
“Yo no sé qué hacía con la plata. Creo que no tenía porque consumía también. Una vez me dijo para probar eso. Tenía una mesa grande donde cocinaba eso. Pero yo, cero drogas. Cuando iba al baño, alzaba la tapa del tanque (del lavabo) y encontraba fundas, bloques blancos, bloques de coca. Él vendía por cantidad, vendía bastante. Ya veía pistolas”, dijo.
Marta consiguió empleo en un KFC y empezó a volver a ir a la escuela. “Comencé a conocer a otro tipo de gente, personas que estudiaban en la universidad, y me gustó más ese ambiente que seguir en esa vida con él. Con ellos conversaba de cosas interesantes, con él no conversaba de nada”. Desde hace dos meses, Marta aún paga sus mensualidades en el colegio para poder entrar a la universidad, ya que quiere ser una profesora, por lo que afirma que dejó atrás su vida dentro de las pandillas de traficantes de droga.
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