lunes, 16 de septiembre de 2024

Reforma judicial: transición de la partidocracia a la coprocracia

“La política (a la mexicana) es el arte de tragar mierda sin hacer gestos, y pedir más.”

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Jorge Salazar García.

El rey de Epiro y de Macedonia (siglo III a.C.), siendo general, llegó hasta Italia para conquistarla. Ahí enfrentó las huestes romanas a las que derrotó en dos ocasiones; pero, quedó tan arruinado por las pérdidas sufridas que, en su tercer enfrentamiento, en Benevento, fue vencido y expulsado del imperio. El rey se llamaba Pirro, de ahí que a las victorias donde se sacrifica más de lo ganado, se les llamen pírricas. Esto parece ajustarse al triunfo obtenido en el Senado con la aprobación de la reforma al Poder Judicial (PJ): la victoria de Morena es pírrica, dado que el costo en autoridad moral superará bastante lo sacrificado.

 El fin no siempre justifica los medios.

Antes de continuar, aclaremos paradas: la reforma, por muy imperfecta que sea, es urgente, imprescindible y justificable. Sin embargo, como la forma es fondo en política, la elegida para su aprobación afectará gravemente su aplicación. Para empezar, transformaron el Senado en un mercado de trúhanes donde  cada partido puso su prostíbulo. Sus “negociaciones” causaron azoro, vergüenza ajena, asco y decepción hasta en los mismos militantes. Exagerando un poco, el resultado puede asemejarse al obtenido en un encuentro de futbol donde la escuadra de casa “obliga” al portero rival a abandonar su deber de parar un penalti en el último minuto. Sólo los jugadores de la misma calaña que la del orquestador, aplaudirían con orgullo tamaña felonía. Pues derrotar al adversario de ese modo,  violando reglas básicas de competencia, implica renunciar a cualquier principio ético. Se traiciona a los fieles seguidores de ambos bandos. En casos así, ni un fin noble justifica  los medios utilizados.

El orquestador

No es digno blandir la justificable rabia de un pueblo agraviado, para bañarse en mierda, regocijarse en ella y esperar oler a perfume. Ningún pueblo mandata a sus líderes convertir a seres nefastos y perversos en héroes, con tal de “metérselas doblada” (P. Ignacio Taibo), dixit) a la derecha partidista. Eso no “garantiza legalidad ni transparencia en la impartición de justicia en el país”. Pero si profundiza resentimientos y estimula venganzas. Lo dicho por el presidente de que ahora si “el que manda es el pueblo” es otra mentira burlesca (y lo sabe). Sólo sería cierto si él es el pueblo, porque la gente nunca ha elegido a nadie de los tres poderes. Son mentiras populistas del tamaño del desfiguro exhibido en el Senado.  

Traición monumental.

Estupefacción, es la palabra adecuada para calificar el sentir nacional por el espectáculo que la clase política mexicana le está dando a la Nación. El oficialismo, inunda las redes con discursos patrioteros, promesas de Justicia y condenas al neoliberalismo; la oposición, básicamente lanza llamados a salvar a la patria de la dictadura comunista. Mientras así transcurre el tiempo; allá, en oficinas y antros de lujo, las cúpulas se reparten favores y los nuevos cotos de poder. Cuando los beneficios estén distribuidos, ambos equipos pedirán a sus seguidores  participen en la elección de la nueva casta judicial. Pasado el trámite, los trajes azules, rojos y guindas se confundirán en los abrazos frente a caros vinos y viandas. Pero eso si, presumiendo trabajar por México: ¡Pa´ su mecha!

Definitivamente urge limpiar de corrupción el poder judicial, pero no puede hacerse dilapidando la escasa credibilidad que le quedaba a Morena. Previendo el futuro mediato, los políticos esta escriturando una crisis brutal de confianza. Así como muy pocos confían en la rectitud de los jueces, magistrados y ministros, casi nadie confiará en los otros poderes. Y un Estado sin autoridad moral es presa fácil de ese poder económico que convirtió la partidocracias mexicana en coprocracia. Lo dicho: la victoria morenista, obtenida con los mismos mecanismos torcidos de las mafias que condenó, es pírrica.

¡Viva la traición; Muera la conciencia!

Judas entregó al Mesías con un beso; Yunes Márquez y su apá (YM), lo hicieron por queso, hueso y pescuezo. Perdón por la irreverencia de comparar a traidores tan distantes en el tiempo y en el pecado. Pero la comparación ayuda a dimensionar felonías. Por cierto, el cambio de bando es parte de la naturaleza humana; generalmente se hace para rectificar camino y/o redimir faltas, errores o perversiones. Intentarlo, sin simulaciones,  es un indicador de poseer escrúpulos, valentía,  dignidad y conciencia. En política, debe hacerse por convicción ideológica. Hacerlo por beneficio propio, se le llama chapulineo o traición. Judas, suicidándose, invadido por la culpa y el arrepentimiento, reivindicó su dignidad humana. En cambio, Yunes y Morena, que ya festejan su doble traición, pierden esa cualidad. Pues es improbable que sientan culpa por su felonía. En el acaso de Yunes, si asomara una pizca de arrepentimiento por haber tomado  la decisión más difícil de su vida”, los vítores de ¡Viva la traición, muera la conciencia!, de sus antes enemigos, lo aliviaran.

El espectáculo sigue.

La función continúa; las heridas seguirán abriéndose en los mexicanos agraviados por el sistema pútrido de justicia capitalista. Los creyentes sinceros serán decepcionados otra vez cuando se percaten que sus líderes admirados (unidos en nueva mafia) impondrán a los nuevos jueces, magistrados y ministros (2025). Los cuales, seguramente serán familiares o recomendados de los que se van. Igual que el puesto, la corrupción y privilegios se heredan ¡Eso si está garantizado!

Ratificando: la aprobación de la reforma es una buena noticia; su evidente perversión no. Por lo pronto, viéndolo con un poco de humor negro, los Yunes, como Judas, también se colgarán; pero no de un árbol, sino del cuello del Mesías, redentor de delincuentes.

El ganón y el  perdedor

Aunque, formalmente, la 4T y Morena ganaron; en los hechos los Yunes, se llevaron la medalla de oro: golearon de calle a la “esperanza de México”. Por el momento, juntos, deslumbrados por las luces anunciaran la buena nueva triunfo. Y allá, atrás de las vallas, el dolor de un pueblo asolado por las mafias que pagan cuotas a las de arriba, se prolongará. El pueblo silencioso y desorganizado es el perdedor.

¿De verdad estamos tan solos”?

Esta pregunta, que se hizo el poeta Efraín Bartolomé cuando fue victima del sistema judicial en 2011, parece haber sido contestada por la mafia actual. El presidente incumplió en eso de limpiar el servicio público como a la escalera: desde arriba. No pudo o no quiso. Tampoco separó el poder económico del político; ni siquiera lo hizo en el poder Legislativo ni en su partido. Es cierto, hay algunas acciones nacionalistas y benefició a muchos pobres. Pero también consolidó la injusta distribución de la riqueza al no redistribuir el ingreso y la riqueza mediante un política fiscal progresiva. La última jugada en el Senado esparció una mescla de desolación y desamparo, posiblemente las mismas emociones que invadieron al poeta en aquel aciago día que asaltaron su hogar las fuerzas de la Ley que debieran protegerlo.

Pacto nacional

Toda la clase política apesta por igual, salvo heroicas excepciones. Y son, precisamente a esas honorables excepciones, a quienes corresponde impulsar un pacto nacional aliándose a las organizaciones populares defensoras del territorio, la cultura y el derecho de vivir en paz, con justicia y dignidad. Podría empezarse proponiendo una reforma política-electoral de fondo: que separe el poder económico del político y reconozca al pueblo su facultad esencial de elegir a quién lo juzgue, lo gobierne, y administre los recursos públicos.

La sanación

Salvo los fanáticos, que difícilmente  sanarán, cada cual procesará lo ocurrido de acuerdo a sus sentires y saberes. Algunos decepcionados tendrán dificultades grandes pero recuperar la serenidad; a los seguidores críticos, después de negar y racionalizar lo sucedido, saldrán adelante pronto. Una buena medicina sería ocuparse mas de los problemas comunes, no sólo de si mismos.

Para terminar le dejo un pensamiento de Eduardo Galeano relativo al libre albedrío, muy apropiado al asunto tratado en esta colaboración: “El mundo se divide, sobre todo, entre indignos e indignados,  y ya sabrá cada quien de qué lado quiere o puede estar”.

*Copro=excremento; Cracia=gobierno o dominio.

https://lanigua.com.mx/reforma-judicial-transicion-de-la-partidocracia-a-la-coprocracia/

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